Columna invitada

Los desconocidos

Antes de suicidarse, Alejandra dejó de contestarle mensajes a algunos de sus amigos. Había elegido una carrera que no la convencía del todo

Los desconocidos
Daniel Francisco / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Antes de suicidarse, Alejandra dejó de contestarle mensajes a algunos de sus amigos. Había elegido una carrera que no la convencía del todo y tenía otras opciones en mente. Las opiniones familiares siempre pesan en estas decisiones. En ese impasse, trabajaba en un café. Las últimas personas que la vieron dicen que se veía contenta, no había ninguna borrasca en el horizonte.

Pero estaba presente la zozobra de la vida: verse obligado a tener una hoja de ruta, un proyecto definitivo a los 20 años. Vinieron más conflictos pero nadie imaginaba la conclusión. Sólo ella sabía qué pasaba por su cabeza, qué le estrujaba el alma.

¿Quién era esa niña que sobresalía en las fotos por su estatura y su sonrisa? Una sonrisa que parecía eterna. Series como Euforia y Bajo el puente nos muestran que, a veces, nuestros hijos son unos completos desconocidos. Esas personas que vimos nacer han tomado su propio camino.

Los protagonistas de Euforia viven desbordados por el alcohol y la droga. En uno de los capítulos presenciamos la angustia generada por el periodo de abstinencia que padece una de las adolescentes (el personaje que interpreta la actriz Zendaya). Roba, huye del crimen organizado, pelea con su madre y hermana, azota puertas, ruega.

Cercada por la adicción reinicia el ciclo eterno del encierro en una clínica con la esperanza de recuperarse. En Bajo el puente todo gira en torno al asesinato de Reena Virk, una hija de migrantes que vive la discriminación y el acoso escolar. Una de las escenas que describe la relación familiar es la discusión entre madre y tío, en la cual queda evidenciado lo que ocurre muy a menudo entre padres e hijos: “nunca escuchabas a tu hija, eras muy dura”.

Recuerdo una última historia que me contaron hace un par de años. La del padre que enojado con su hijo lo corre de la casa (una casa que siempre termina por pertenecer al patriarca, nunca fue el hogar familiar). El hijo busca refugio con su amigo, y ese edificio en el que pasa la noche, sucumbe por un terremoto (Ciudad de México). Esa mañana del 19 de septiembre de 1985 el padre arañó los escombros (inútilmente) tratando de salvar una vida.

El libro Donde me encuentro de la escritora Jhumpa Lahiri está lleno de viñetas de los diferendos entre padres e hijos. En uno de los pasajes cuenta lo desgastante que resulta visitar a su madre enferma:

“Y mientras me explica lo precario de su estado de salud, yo, que en comparación con ella soy joven, una persona activa, en general con buena salud, casi de inmediato me siento decaída, exhausta, obligada a resolver todos sus trastornos, a derrotar los síntomas de su declive, a revitalizar esa cara macilenta”.

POR DANIEL FRANCISCO

Subdirector de Gaceta UNAM
@dfmartinez74

MAAZ

 

Temas