Este domingo, el Partido Acción Nacional (PAN) eligió a Jorge Romero Herrera como su nuevo presidente. Con apenas 95,000 votos, un número ridículo para una elección nacional, Romero asume el liderazgo de un partido sumido en una grave crisis política y moral. Lejos de ser un triunfo legítimo, este resultado refleja la desconexión entre la cúpula del PAN y su base, y sobre todo, la falta de ética de un hombre cuya carrera está marcada por la corrupción.
Jorge Romero es el símbolo de todo lo que está mal en la política mexicana. Fue delegado en Benito Juárez de 2012 a 2015, y su gestión estuvo plagada de irregularidades. Durante su administración, se detectaron varios edificios con pisos irregulares, un problema documentado por la Fiscalía de la Ciudad de México. Pero esto no es todo.
En 2023, su hermana, Noelia Romero, fue vinculada a un proceso judicial por enriquecimiento ilícito en pandilla, lo que refleja cómo la familia Romero acumuló riqueza no por trabajo honesto, sino a través de prácticas que socavan el Estado de Derecho. Además, su gestión fue marcada por la falta de control en los permisos de construcción y denuncias de extorsión a vendedores ambulantes a cambio de dinero.
La corrupción de Romero no se limita a Benito Juárez. En 2017, como diputado local, fue señalado por desviar recursos destinados a la reconstrucción tras el terremoto de ese año, a través de contratos y empresas fantasma, según investigaciones de diversos medios. Este hecho agrava aún más su historial de corrupción.
Dentro del PAN, Romero ha sido una figura controvertida. El expresidente Felipe Calderón lo acusó en su libro Decisiones Difíciles de estar involucrado en una red de extorsión a vendedores ambulantes en Benito Juárez, obteniendo millones de pesos mensuales. Además, Margarita Zavala lo señaló en una entrevista con Loret de Mola como uno de los principales exponentes de la "política de los moches", una práctica que ha manchado la reputación del PAN.
En 2020, la organización Mexicanos Contra la Corrupción publicó una investigación vinculando a Romero con empresas fantasma usadas para desviar recursos públicos, algunas de las cuales estarían relacionadas con el crimen organizado, especialmente con el grupo de los Zetas, una de las organizaciones más violentas de México.
Romero se ha mantenido en el poder gracias a prácticas clientelistas y a una red de complicidades dentro y fuera del PAN. No es un líder que haya ascendido por su habilidad política o su visión de país, sino por sus vínculos con estructuras corruptas que han abusado del poder durante años.
Este es el hombre que el PAN ha elegido para representarlo: un político cuya carrera está construida sobre la impunidad y el enriquecimiento ilícito. Romero carece de legitimidad y apoyo dentro de su propio partido, como demuestra la escasa cantidad de votos que recibió. Más grave aún, no tiene la ética ni los valores necesarios para encabezar un partido que pretende ser oposición.
El PAN no solo elige a un presidente sin respaldo, sino a un personaje que representa lo peor del sistema político mexicano: un hombre que perpetúa la corrupción en lugar de regenerarla. Si el PAN realmente busca recuperar la confianza ciudadana, debe comenzar por limpiar su casa y desterrar a quienes, como Jorge Romero, han hecho del abuso de poder su modus operandi.
Quienes vivimos en Benito Juárez conocemos bien a estos perfiles y no dejaremos de denunciar su presencia en la vida pública nacional.
POR CAMILA MARTÍNEZ
SECRETARIA DE COMUNICACIÓN, DIFUSIÓN Y PROPAGANDA Y VECINA DE BENITO JUÁREZ
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