Son siete estados de Estados Unidos los que tienen en sus hombros el destino de ese país y del mundo para los próximos cuatro años; por eso, tanto el republicano Donald Trump como la demócrata Kamala Harris redoblan esfuerzos en Georgia, Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Nevada y Carolina del Norte, donde realizan campañas con toda la carne al asador de cara al 5 de noviembre.
En conjunto esos estados, llamados bisagra, dan 93 votos electorales y para ganar las llaves de la Casa Blanca se necesitan 270 de un total de 538, es por eso que la pelea se ha tornado intensa, con uñas y dientes; con descalificaciones de ambas partes y con el apoyo de personajes mediáticos que tienen mucho eco entre la sociedad.
Mucho de lo que sucede tiene que ver con los candados o perversidades del sistema de votación estadounidense que posee la particularidad de ser una elección indirecta, en esencia el sufragio popular está en un segundo plano, el que define al ganador es el voto en el Colegio Electoral.
Para no ir tan lejos, Trump llegó al poder en 2016 con 278 votos electorales, pero con menos votos populares, porque la demócrata Hillary Clinton obtuvo 2.8 millones más que él.
Los votantes en Estados Unidos están divididos en tres tercios: el Partido Republicano tiene uno, el Partido Demócrata tiene el otro y el último y mucho mas pequeño alberga a todos los indecisos y los que nunca votan, por eso hoy son los más codiciados, quien gane sus simpatías se mudará en enero de 2025 a la Casa Blanca. No lo dude.
Desde que la vicepresidenta Harris relevó en la candidatura al presidente Joe Biden, los sondeos en la intención del voto se emparejaron, tomando en cuenta que Trump, tras perder la pasada elección nunca dejó de hacer campaña durante cuatro años, la gente que cree en él es prácticamente voto seguro, el problema es la que no logró convencer.
Del lado demócrata, las cosas se enderezaron hace poco más de tres meses, la llegada de Kamala renovó los bríos que parecían perdidos ante el avasallador paso de Trump, quien consolidó su ventaja en el debate con Biden, pero ese fue su momento de clímax y ya no creció más, porque la vicepresidenta lo impidió, en un santiamén logró una alta recaudación para su campaña y se emparejó en popularidad.
Harris sacó de sus covachas y depresión a demócratas de alto calado, que solo contemplaban cómo se hundía el barco, para sumarse a su candidatura, llámese los Obama, Oprah Winfrey, George Clooney o Taylor Swift, entre muchos otros, al grado de que el magnate inmobiliario dejó de ser el favorito, por eso hoy le urge el respaldo de los que no logró convencer, muchos de ellos dudan de sus problemas legales y de sus posturas sociales.
La situación se avizora muy complicada y con una alta carga de posible violencia, sobre todo, por parte del expresidente republicano, quien ha asegurado que no va a aceptar una derrota como resultado y ya sabemos cómo se las gasta, es capaz de todo y más, como sucedió en 2021 donde arengó a sus seguidores para atacar al Capitolio e impedir que fuera ratificado el triunfo del demócrata Biden. Todo queda en manos de los estados bisagra.
POR ISRAEL LÓPEZ GUTIÉRREZ
COLABORADOR
@PAPADEPONCHO
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