Como muchas otras labores profesionales, la diplomacia se evalúa en la práctica cotidiana, hay aspectos programables y hasta calendarizados, pero también hay crisis que transforman las circunstancias cotidianas y demandan respuestas inmediatas. Con la tecnología, la difusión de la acción diplomática también se encuentra de inmediato sujeta a la evaluación pública; de hecho, cada día más son las redes sociales las primeras en evaluar la conducta de las y los funcionarios públicos, incluyendo a los cuerpos diplomáticos.
En el caso de México, usualmente una forma de evaluar el desempeño institucional de un gobierno está relacionado con el Plan Nacional de Desarrollo, el alcance de sus metas nos dirá si la acción gubernamental cumplió con lo establecido. En esos logros se encuentra igualmente la política exterior.
Por supuesto, el logro de metas institucionales radica en el desempeño de aquellas personas que integran la estructura burocrática de las instituciones oficiales: personal de base, funcionarios, instancias contratadas para objetivos específicos, proveedores de servicios, disponibilidad presupuestal, etcétera. Pero la evaluación de esos actores usualmente se da al interior de cada instancia y son los resultados oficiales los que cuentan, desde una perspectiva de la administración pública.
En días recientes, la presidenta Sheinbaum refirió un proceso de evaluación a las y los embajadores a fin de determinar la permanencia en sus puestos. Conviene dar un vistazo a ese proceso también en una perspectiva institucional, pues existen dos tipos de titulares de las Representaciones de México en el exterior, ya sean Embajadas, Misiones ante organismos internacionales, Consulados Generales o Consulados de Carrera; aquellos que son designados por quien encabeza el Poder Ejecutivo y los miembros de carrera del Servicio Exterior Mexicano. Es decir; los designados políticamente por sus vínculos sistémicos con el Poder y los que se asignan por su desempeño y capacidades profesionales relacionadas con la diplomacia y que han hecho una carrera de ello.
Así, pareciera que, para las casi ciento sesenta titularidades en el exterior que tiene nuestro país, la evaluación igualmente requiere dos medidas distintas, en lo general el cumplimiento de las metas programáticas establecidas y, específicamente para los designados políticamente al frente de una Representación, una muy personal y subjetiva en función de los intereses políticos a los que atiende su designación. Después de todo el envío personal de un enlace entre jefes de Estado es el inicio mismo de la diplomacia; sin embargo, no parece ser ese, en años recientes, el objetivo de los designados, que lejos de ser enviados personales con una alta misión ante otro gobierno, más bien parecen obedecer a razones de política doméstica y no externa.
Conviene destacar que, aún en esa evaluación, debían ser los intereses de México el referente fundamental a considerar. En ese sentido, la conducta específica de algunas personas titulares de Representaciones o su falta de interlocución con las autoridades ante las cuales se presenta, muestran desde un principio que no han sabido cumplir las labores diplomáticas fundamentales de representación, promoción y defensa de los intereses y los connacionales de México.
Más, incluso, la necesaria calificación va más allá de las personas, pareciera conveniente más bien evaluar la política exterior en su conjunto, eslabón fundamental del proyecto de nación; labor que nos permitiría seleccionar a las mejores mujeres y hombres para la tarea. Al contar con el Servicio Exterior Mexicano, se tiene una cantera sustantiva para ello.
POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO
ACTUALMENTE PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO A.C.
@IMATIASROMERO
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