La idea no solo es mala, sino peligrosa. Y refleja la vena de algunas autoridades de meterse donde no deben.
La nueva restricción en la Ciudad de México al 50% de las noches al año para ofrecer el servicio de Estancia Turística Eventual, es un despropósito que vulnera la propiedad privada de miles de personas, además de restar competitividad y golpear el bolsillo de miles de familias.
Por supuesto que se debe regular, pero prohibir nunca será buena idea. Y lo aprobado por el Congreso de la CDMX es la prohibición a propietarios de vivienda de que puedan alquilar, a través de plataformas como Airbnb, su casa o departamento la mitad de las noches del año.
El argumento es que falta vivienda accesible en la capital, y es cierto. Pero eso no se arregla culpando a Airbnb ni restringiendo su operación. Eso, incluso, puede resultar peor.
Lo que necesita la Ciudad es una solución de mediano y largo plazo, y no un parche en la Ley. Responsabilizar a las plataformas no es más que un distractor. Lo que urge es un amplio programa de vivienda social, planeación urbana, desarrollo y servicios. Golpear a las plataformas, es lastimar el bolsillo de cientos de miles de familias en la capital que viven directa o indirectamente de ellas. Saldrá más caro el remedio que la enfermedad.
En los hechos, la medida reducirá las opciones de alojamiento en la Ciudad, lo que afectará a visitantes y turistas, e impondrá un mayor costo a miles de propietarios.
Quizá los legisladores y quienes impulsaron la modificación ignoran que 50% de las anfitrionas en estas plataformas son mujeres, y representan el 56% de anfitriones mayores de 60 años. O que 17% de los anfitriones son adultos mayores. O que, por cada dólar gastado en vivienda turística, los huéspedes gastan 3 dólares adicionales en otras actividades generando mayor derrama económica. O que 90% de los anfitriones recomendaron a sus huéspedes comercios o establecimientos en las colonias o barrios donde se encuentran.
La CDMX debería verse en el espejo de otras grandes ciudades como Barcelona o NY, que fracasaron endureciendo sus políticas de alojamiento.
En esta última Ciudad, por ejemplo, a un año de la regulación restrictiva, el precio medio de los hoteles subió 7.4%, y las rentas se incrementaron 3.4%, según StreetEasy. Así que no se logró el objetivo de bajar el precio de las rentas, como se busca en la capital.
Las regulaciones excesivas han traído impactos negativos: no bajan los precios, miles de familias pierden un ingreso, se golpea la derrama económica local (los viajeros que reservaron un espacio a través de Airbnb en CDMX generaron más de 15 mil millones de pesos en contribución económica el año pasado) y el gobierno deja de percibir impuestos porque se genera un mercado negro.
Pero, además, ¿qué tanto se es dueño de un bien del que no se puede disponer libremente el 50% de las noches del año?
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
@MLOPEZSANMARTIN
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