Sumando a todos los estragos en el ámbito público que conllevó la emergencia sanitaria mundial provocada por la Covid-19, se desenmascaró la desatención por décadas a la salud mental. Pues, si bien sabemos que existe y que debemos visibilizar esta enfermedad, por la vía de los hechos es que es minimizada. Las causas son muchas, incluso podríamos decir que -casi todo- estimula a la ansiedad o depresión, tales como el calentamiento global, el tránsito vehicular masivo, la inseguridad o las grandes desigualdades puede acrecentar los grados, niveles y situaciones personales de sus efectos, siendo el más grave los suicidios.
Revisemos los siguientes datos: en 2019, antes de la pandemia, en todo el mundo existían casi mil millones de personas con algún trastorno mental, de estos, el 14 por ciento eran adolescentes. Los suicidios representaban la muerte de una de cada cien personas y el 58% en personas de menos de 50 años. Las personas que viven con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la demás gente. El aumento de estas cifras en el primer año de Covid fue del 25 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud.
En nuestro país, también previo a la pandemia y con los datos más recientes (2017) por parte del INEGI, las personas “que se han sentido deprimidas” representaban el 32 por ciento de nuestro país, de estas manifestaron que el 10% tiene esta sensación diaria y el 67% algunas veces al año, sin embargo en 2020 la tasa de suicidios se colocó como la más alta desde que se tiene registro en un 12.9 respecto a las muertes violentas, en 2022 disminuyó a un 8.2 por ciento en el mismo rubro. Para el 2022, los datos proporcionados por el IMSS es que el porcentaje se incrementó durante la pandemia en un 25% y “los servicios de salud mental se vieron afectados gravemente y las brecha de atención se amplió”.
Ahora bien, en los tiempos en los que vivimos es muy patente que la salud mental se ha deteriorado en gran medida y que enfermedades como la ansiedad, la depresión, trastornos del sueño, tensión física y psicológica o pérdida frecuente de la concentración son una constante en cualquier grupo etario, es decir, todos conocemos a alguien con depresión o ansiedad, pero, ¿por qué los servicios de salud pública no lo considera y atiende como cualquier otra enfermedad o dolencia física? Según especialistas, la respuesta es que las personas no se atienden por la estigmatización que ocasionan los trastornos mentales. Esto nos remonta a principios del siglo XX, donde la psicología era “una vuelta al oscurantismo”.
La depresión, la ansiedad y todos los efectos que causan la vertiginosa vida actual son reales. No podemos esconderlo detrás de un “está muy estresado(a) por la escuela/trabajo o lo(a) veo triste, ya se le pasará…” Y, en el ámbito público deberá haber mayor atención, etiquetar presupuesto correspondiente para subsanar esta enfermedad que poco a poco deja de ser silenciosa. Este Día Internacional de la Salud Mental no es un día para conmemorar, es para visibilizar, alzar la mano y la voz para mejorar los entornos que propicien una mejor salud mental, profundizar en sus causas y minimizar sus efectos, así como tejer redes de apoyo. Juntos es posible.
POR: ADRIANA SARUR
@ASARUR
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