La alianza opositora Va por México, conformada por PAN, PRI y PRD, sufre su peor crisis. Desde su nacimiento, nunca ha estado exenta de conflictos entre sus integrantes, a veces por la designación de las candidaturas, en ocasiones por la repartición de los espacios en los territorios ganados, y casi siempre, por los intereses muy particulares y diversos de cada uno de sus integrantes que complican los acuerdos.
No es de extrañar, antes de coaligarse para hacerle frente a Morena, ellos mismos eran contrincantes y acumularon un sinfin de afrentas durante sus años de competencia, además de que no comparten un origen común ni afinidad ideológica. No obstante, desde el año pasado habían logrado compartir un programa político y legislativo cuya base fundamental, era actuar como un solo bloque en el Poder Legislativo federal.
Aunque estaba dicho que podían conservar sus propias agendas legislativas, el acuerdo consistía en hacerle frente a Morena en iniciativas de impacto para impedir su aprobación, como la Ley Barttlet, donde no fueron pocos los intentos del gobierno para quebrar la alianza. Alito resistió las amenazas del gobierno, pero no duraría mucho tiempo.
No es menor lo que está pasando, la alianza Va por México atraviesa la crisis más profunda desde su formación, el dirigente del PRI sucumbió ante las presiones del poder y el futuro de la coalición es incierto. Las circunstancias no cambiarán mientras Alito permanezca al frente de la dirigencia priista, y el relevo luce complicado, él es quien controla los órganos de dirección de su partido y no parece querer irse pronto.
Los aliancistas deben preparase para el escenario más complejo que enfrenten a Morena en 2024 sin el acompañamiento del PRI, lo que mermará sus posibilidades de triunfo. Será una alianza chiquita si no logran convencer a más partidos para sumarse con ellos; la posible salida del tricolor no sólo les restaría su porcentaje electoral, sino también las estructuras.
Con la decisión de apoyar a Morena en la militarización del país, el PRI sufrirá una disminución constante en su número de electores durante los siguientes meses, al quedar en entredicho su carácter opositor al gobierno, sus simpatizantes antiobradoristas emigrarán al PAN. La pérdida del PRI generará una ganancia pírrica para el panismo, porque no será suficiente para hacerlos competitivos por sí solos contra Morena.
Aún hay tiempo para recomponer la estrategia, tarea que recae en el panismo, pues su consolidación como partido opositor al régimen generará nuevas oportunidades. El PAN tendrá que decidir si abre sus puertas a nuevos cuadros políticos que le ayuden en el
trabajo territorial, o si sigue apostando por el desgaste del gobierno y de sus aliados para fortalecerse.
Tomar la segunda opción sería un error, el gobierno demostró que no tiene empacho en abrir expedientes judiciales con fines políticos, y lo harán contra sus adversarios, apostarle todo a los mismos de siempre los vuelve vulnerables. La justicia debe de ser ciega, pero en tiempos de la 4T usa lupa cuando se trata de sus opositores. ¿Quién será el siguiente al que “inviten” a portarse bien?
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZAMAR
CAR