CASCABEL AL GATO

La esquiva utopía de una nación en paz

Las imágenes de mexicanos usando a otros mexicanos como rehenes para enviar un mensaje mafioso no es una novedad, pero me sigue produciendo el mismo asombro que en 2006

OPINIÓN

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Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No escribo estas notas como un especialista en seguridad. No sólo porque no dispongo de la formación necesaria para escribir sobre el que, muy probablemente, sea el problema más acuciante de nuestra realidad nacional. Si no, sobre todo, porque en un debate en el que prevalecen los sermones (esto no funciona, hubieran hecho tal cosa y no aquello) la duda parece estar prohibida.

No tengo idea de qué se deba hacer frente a la existencia de grupos armados que han hecho de la violencia un comercio multimillonario de alcance global. La militarización de la seguridad pública me parece que entraña muchos riegos, pero no sé cómo una policía tradicional pueda hacer frente a delincuentes que usan equipo que sólo he visto en las películas.

También me parece difícil explicar cómo es que llegamos acá. Las imágenes de mexicanos usando a otros mexicanos como rehenes para enviar un mensaje mafioso no es una novedad, pero me sigue produciendo el mismo asombro que en 2006.

Tengo si, algunas convicciones: que el discurso bélico de Calderón no sólo no solucionó nada, sino que provocó una escalada armamentística cuyas consecuencias hoy sufrimos. Que el miedo, la desesperación y la sed de venganza son el combustible perfecto para que ese discurso vuelva. Que atender las consecuencias sociales es un imperativo ético cuyos efectos requerirán mucho trabajo y tiempo. Que el éxito de esa posición está subordinada a una estrategia de pacificación que se muestre efectiva en el corto plazo.

Las consignas vacías de un lado y del otro, los oportunistas que buscan sacar rédito político de una situación que no se arregla desde un escritorio, me producen una enorme tristeza. Quisiera la unión, pero veo mucha mezquindad ante el sufrimiento de millones de compatriotas.

A esta situación se le agrega una nación fragmentada que impide que fluya la solidaridad con lo que se vive en esa basta geografía de la violencia, de la que, por cierto, todavía sabemos muy poco. Fronteras territoriales, pero también de clase. ¿No es acaso todo esto un síntoma de las divisiones que hemos acumulado hasta acá?

Lamento mucho no poder ofrecer más que esto. Pero para lo que valga, sólo me queda reiterar que lo que pasa allá y acá nos compete a todos, que la unión es condición de la fuerza y que más temprano que tarde un nuevo amanecer encontrará esta bella nación en paz.

POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIANVR7

MAAZ

 

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