La jornada del fin de semana en la cual se eligieron a los consejeros distritales que participarán en el Congreso Nacional de Morena debe ser objeto de una reflexión profunda capaz de separar la paja del trigo. Mientras que los opositores sólo reafirmaron sus opiniones previas, los miles de militantes que han acompañado el proceso de organización del partido entraron en un interesante proceso deliberativo que no muchas veces logra encontrar su expresión en el espacio público.
¿Hacia dónde va el partido? La pregunta que logró instalarse después del domingo apunta fundamentalmente hacia al futuro. La participación de más de 2.5 millones de personas muestra la buena salud de la que goza el partido. Fue, sin lugar a duda, una experiencia de democracia interna que en el resto de los partidos resulta inimaginable. Explicar esa participación exclusivamente por la movilización organizada de los simpatizantes o la compra de votos es pelearse con la realidad. Y eso casi siempre termina mal.
La molestia parece transitar por otro lado. Se trata de los efectos más evidentes de un modelo de construcción del partido que se ha mostrado efectivo para ganar elecciones estatales pero que resulta difícil de conciliar con la promesa de un partido abierto a la participación popular. El declive de los Comités Estatales elegidos democráticamente, el peso que ganaron los coordinadores distritales y estatales luego de 2018, la política de alianzas, así como la propia normativa que rigió el proceso de selección son algunos de los datos que nos permiten identificar ese modelo de organización.
La necesidad de dotar al proyecto del presidente de una sustentabilidad política puede justificar parcialmente el rumbo elegido. La robusta solidez ética de la conducción de López Obrador ha ayudado a disimular las consecuencias de ese modelo de partido. Pero el 2024 no es el 2018 y si las expectativas de esos ciudadanos que acudieron masivamente a afiliarse no encuentran una devolución del otro lado, la gallina de los huevos de oro bien puede agotarse.
Es la mística de la 4T la que mejor ayuda a comprender la gran movilización del fin de semana. Es este factor -tan central pero tan esquivo para decenas de analistas- lo que hace de Morena un partido que se distingue del resto. Pero esta mística no es eterna y todavía tiene que encontrar una institucionalidad que la respalde.
Es por ello por lo que se debe pensar una nueva etapa en la organización e institucionalización del partido. Esto no es sólo una cuestión de principios, sino que en 2024 se volverá un asunto clave para la gobernabilidad. No se trata de oponer principios morales al necesario pragmatismo que exige el ejercicio del poder sino de lograr una articulación que permita honrar esa promesa bajo la cual nació el partido obradorista.
POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIANVR7
MAAZ