La legendaria Penitenciaría de la Ciudad de México inaugurada el 29 de septiembre de 1900, por Porfirio Díaz, más tarde conocida como Lecumberri, fue testigo que en ella se tejieran cientos de historias y cuna de libros que hoy son parte de la literatura.
En su cautiverio, Adolfo Gilly escribió La Revolución Interrumpida, acerca de este texto su autor señala, “Los materiales para este libro fueron reunidos y estudiados, y su texto preparado y escrito, en el curso de cinco años de prisión, desde 1966 a 1970. Las condiciones peculiares de la prisión explican la imposibilidad de ir hasta el extremo en la consulta de las fuentes…”.
El escritor colombiano Álvaro Mutis, llegó a México en 1956, el gobierno castrense de su país solicitó su extradición por lo que fue detenido y encarcelado en Lecumberri durante 15 meses. Como resultado de su prisión, Mutis escribió Diario de Lecumberri, “La experiencia fue tan radical y penetró hasta rincones tan secretos de mi ser, que hoy los recuerdo con algo que se parece mucho a la gratitud y también a la ternura”.
El muralista David Alfaro Siqueiros, entrevistado por el periodista Julio Scherer García en el Palacio Negro, la cual se publicó como libro bajo el título La piel y la entraña, en donde señala, “Cuando la cárcel es dicha…a las puertas de la cárcel se aglomeran los familiares y amigos de los reos. Hay niños de overol y niñas con sus vestidos planchados…”. En sus memorias Me llamaban el Coronelazo, Siqueiros narra en un capítulo su encarcelamiento en Lecumberri.
El escritor José Revueltas, detenido en 1968 por su participación en el movimiento estudiantil, escribe en Lecumberri, El apando, “Estaban presos ahí los monos, nada menos que ellos, mona y mono…presos en cualquier sentido que se les mirara, enjaulados dentro de altas rejas de dos pisos del cajón…” así mismo, escribe, México 68: Juventud y Revolución.
Luis González de Alba, líder estudiantil en 1968, narra su estadía en su texto Los días y los años, “Ya es hora de que toque la banda. Aparentemente hay pocos lugares más silenciosos que una cárcel. Eso piensa cualquier gente que no haya estado en Lecumberri, pero la verdad es que no recuerdo otro ‘domicilio’ más ruidoso”
Por su parte el escritor José Agustín, en su libro de memorias El rock de la cárcel, nos describe su paso por Lecumberri, “El jueves nos tomaron fotografías, huellas dactilares y se hicieron sordos a la exigencia de que Salvador y a mi nos consignaran por los diecisiete kilos, sino por la lata que a mi me habían encontrado. Al mediodía del viernes, nos enviaron, con una remesa pequeña, a Lecumberri”.
Gregorio Cárdenas Hernández, preso por el crimen de mujeres, escribe en su libro Adios, Lecumberri, “Hoy, 13 de septiembre de 1942, a las 12: 50 horas, la camioneta en la que viajo…entra por la puerta principal a la penitenciaría del Distrito Federal”.
POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS
COLABORADOR
MAAZ