TRES EN RAYA

¡Macron! ¿Fin del extremismo? Ni tanto

Su victoria se puede deber a cómo manejó la pandemia del COVID-19 en su etapa final, a mantener un pequeño crecimiento económico

OPINIÓN

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Verónica Malo Guzmán / Tres en Raya / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Ya no soy candidato, sino el presidente de todos”. Pronunciando estas palabras, inició Emmanuel Macron un segundo período como presidente. Con la Torre Eiffel de testigo, Macron celebró en la noche parisina su reelección y el mundo libre su dicho: “tenemos una Francia más independiente y una Europa más fuerte”.

Así, entre las buenas noticias está el que la cuna de la democracia moderna no será gobernada por una populista que distanciaría a Francia de la OTAN y de la propia Unión Europea, así como que continuaría aplaudiendo la invasión de Ucrania por Vladimir Putin, como lo hizo patente Le Pen como candidata. Una dirigente que adelantaba propuestas bastante arcaicas basadas en un falso nacionalismo ideológico.

La victoria de Macron se puede deber a cómo manejó la pandemia del COVID en su etapa final, a mantener un pequeño pero significativo crecimiento económico, o a su insistencia en una Francia más verde (si bien esto último trajo como consecuencia mayores tasas impositivas a los combustibles fósiles, afectando a la población agrícola y a quienes viven alejados de sus trabajos y zonas urbanas).

Sin embargo, no se deben echar las campanas al vuelo por cuanto al triunfo de la democracia y la derrota del populismo. Si bien Macron ganó en la segunda vuelta con 58% de los votos, no se trata de un triunfo sin parangón.

De hecho, la victoria se ve opacada por un radicalismo que continúa incrementándose; 42% de los votantes se decantaron por la extrema derecha representada por Marine Le Pen. Ese es el mayor porcentaje obtenido por este segmento del espectro político en Francia y se debe entender como una señal de alarma no solo para el país galo, también para todos los países que están a merced de cualquier tipo de populismo (hace solo cinco años, Le Pen había obtenido 34% del voto en la segunda vuelta electoral también contendiendo contra Macron; mientras que cuando el padre de Le Pen contendió en las elecciones del 2002, obtuvo solo 18% de la votación).

No necesariamente se debe de entender esto como un desgaste de las fuerzas políticas del centro al gobernar. Se debe comprender, más bien, el poder que tienen las propuestas de corte populista que manejan actualmente los candidatos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.

El grupo generacional que mayormente impulsó a Macron son los mayores de 60 años; esto es, quienes sufrieron la Francia post Segunda Guerra Mundial, que encabezaron la primavera del 68 y que conocieron los efectos de la Guerra Fría.

La mayoría de los votantes de Le Pen, por su parte, es la cohorte de población que se encuentra entre los 35 y 59 años (y con Jean-Luc Mélenchon, el candidato de Francia Insumisa en la primera vuelta presidencial, los jóvenes de entre los 18 a 34 años). El mensaje es claro: el extremismo está más vivo que nunca y el radicalismo continuará.

¿A qué se debe esto? ¿A una visión simplista que vende y con la cual la ciudadanía se identifica? Posiblemente el votante de a pie tiene una sensación de haber sido olvidado por los políticos tradicionales y, de nuevo, no solo en Francia.

Los incrementos en su salario son nimios o inexistentes, los servicios que obtiene por sus impuestos son de pésima calidad, las oportunidades de un mejor empleo disminuyen. Poco importa que esta falta de trabajo se deba a una automatización de las líneas de producción y/o a procesos que disminuyen el número de empleos. Si a lo anterior se suma una hostilidad creciente a los migrantes, se tiene un electorado enojado que busca soluciones, así sean radicales.

POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO

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