El 21 de agosto de 2016, en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Río, Japón recibió la batuta para organizar la justa olímpica recién inaugurada y la paralímpica que iniciará el 24 de agosto, ambas aplazadas debido a la pandemia de COVID-19.
Durante la ceremonia, el gobierno nipón dio a los aficionados y deportistas una breve, pero contundente muestra de lo que espera en las competencias de este año: una capital con larga historia, admirable infraestructura, gran riqueza cultural y altos estándares de seguridad y prosperidad. No en vano Tokio es considerada en el Índice Global de Mejores Ciudades 2020 (desarrollado por la firma Resonance) como una de las cinco mejores del mundo.
Mientras que en el ámbito de las relaciones internacionales se puede definir al poder suave como la habilidad de una nación para atraer y persuadir en aras de obtener un resultado deseado, a partir de tres fuentes principales: la cultura, los valores políticos y la política exterior.
Japón ha sido consistente, con base en esas tres fuentes, en posicionarse en el imaginario colectivo como una nación altamente atractiva e influyente. Prueba de ello es que en el Índice Global de Poder Suave 2020 de Brandirectory ocupa el cuarto lugar a nivel mundial, y en el más reciente informe Soft Power 30 de la empresa Portland y el Centro de Diplomacia Pública de la Universidad de California se ubica en el octavo sitio, en ambos casos siendo el país mejor evaluado de Asia–Pacífico.
Lo que hace de Japón una potencia de poder suave no es únicamente la gama de elementos de los que dispone (por ejemplo: su nivel de desarrollo tecnológico, su nutrida política de cooperación internacional o su exitosa industria del entretenimiento), sino una estrategia cuidadosamente diseñada y perfectamente articulada que difunde al resto del planeta la mejor cara del País del Sol Naciente, a través de su red diplomática, la cuarta más extensa del mundo, y de instancias no gubernamentales.
Tokio 2020 representa un gran reto, pero también una enorme oportunidad para que Japón muestre al mundo su poder suave y nos recuerde por qué ha sido, es y será un actor de relevancia en el escenario internacional.
Estos Juegos Olímpicos y Paralímpicos pasarán a la historia por los hechos sin precedentes que los rodean con la llegada del coronavirus, que implican un esfuerzo de dimensiones titánicas para los organizadores, los participantes, los medios de comunicación y la audiencia.
No obstante, es posible anticipar que el gobierno y la sociedad nipones, que son históricamente resilientes, superarán los desafíos que implican estas justas deportivas no solamente gracias a la puesta en marcha de estrictas medidas sanitarias antiCOVID, sino principalmente a partir de su espíritu de solidaridad y de éxito frente a los inconvenientes, así como por los valores de respeto, amistad y excelencia que los caracterizan, y que de igual manera abandera el olimpismo.
Por Miguel Uribe
Miembro del Servicio Exterior Mexicano Y Asociado Comexi
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