ANÁLISIS

El cardenal Parolin, en México

El secretario de Estado del Vaticano visita México esperando el acuse de recibo

OPINIÓN

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Rodrigo Guerra López / Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No es común que este tipo de figuras visiten de inmediato algún país tras una importante tensión social y política fruto de las elecciones

Tras el proceso electoral del 6 de junio, Andrés Manuel López Obrador recibió al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede. Esta visita, junto con la de Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, exhibe el profundo interés que México suscita a la comunidad internacional actualmente. 

En efecto, no es común que este tipo de figuras visiten de inmediato algún país tras una importante tensión social y política fruto de las elecciones, de la actividad del crimen organizado, de la crisis económica y de la propia pandemia. 

El cardenal Parolin escuchó, observó y comunicó mensajes precisos esperando que exista acuse de recibo. 

El protocolo fue mínimo: no fue visita de Estado. Sin embargo, la misa en la Basílica, a la que asistió Felipe Calderón; el encuentro privado con el Presidente de la República, posteriormente con Claudia Scheinbaum, y luego una importante reunión con figuras diversas como Marcelo Ebrard, Santiago Nieto, José Antonio Meade, Luis Felipe Bravo, Marco Adame y numerosos miembros del cuerpo diplomático, reviste de un especial significado. 

Políticos de diversas tendencias recibieron mensajes clarísimos sobre la postura de la Iglesia católica en temas por demás fundamentales. 

El cardenal Parolin colocó las piezas de un gran argumento. En la Basílica afirmó: “México tiene necesidad de reconciliarse consigo mismo, de reencontrarse como hermanos, de perdonarse mutuamente, de unirse como sociedad superando la polarización”. 

En la Nunciatura sostuvo: “Ha llegado el momento de un renovado pacto de mutua colaboración, marcado por un profundo respeto de la legítima distinción entre Estado e Iglesia, un pacto basado en el principio de la laicidad”. 

Y, sin titubear, prosigió: “Desde hace algún tiempo se habla de una laicidad positiva y también de un laicidad constructiva en el sentido de que lejos de ser un motivo ulterior de división u oposición al principio de laicidad, le compete, por un lado, respetar y acoger la valiosa contribución que las convicciones espirituales ofrecen a la sociedad y, por el otro, también actuar como barrera para cualquier tipo de desvío fundamentalista o secularista”.

Así las cosas, la Iglesia afirma la importancia del Estado laico para prevenir cualquier fundamentalismo confesional o aconfesional, ya que es necesario fortalecer las bases de un México reconciliado, superando la polarización excesiva a la que hemos llegado

Esto precisamente corresponde a la visión profunda del papa Francisco que, mirando el escenario mundial, afirma: “Los populismos generan miedo y siembran pánico; son la explotación de esa angustia popular, no su remedio. (…) Lo vemos en las concentraciones donde dirigentes populares incitan y arengan a la multitud, canalizando su resentimiento y sus odios contra supuestos enemigos para distraer a la gente de los problemas reales. (…) Las dictaduras casi siempre comienzan así: siembran el miedo en el corazón del pueblo para luego ofrecer defenderlo de lo que teme a cambio de negarle el poder para determinar su propio futuro”. (Soñemos juntos, NY 2020, p. 123).

La Iglesia no es cándida o ingenua. Más nos vale entender los mensajes de fondo.

POR RODRIGO GUERRA
PROFESOR-INVESTIGADOR DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN SOCIAL AVANZADA (CISAV)

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