MIRANDO AL OTRO LADO

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El proceso electoral 2021 está atravesado por un fenómeno que nunca habíamos enfrentado

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El proceso electoral 2021 está atravesado por un fenómeno que nunca habíamos enfrentado. Desde las elecciones de 1994 y 2000 no habíamos escuchado la idea del “choque de trenes”. En esas elecciones se suponía que México corría el riesgo de un conflicto entre fuerzas con el serio riesgo de enfrentamientos violentos entre bandos, ante campañas negras en medios y la realidad del asesinato de Colosio.

Pero existía un factor que reducía el peligro, mismo que no sabíamos aquilatar en toda su dimensión en esa época. No entendíamos que servía la causa de la salida pacífica a ambas contiendas el que los partidos involucrados estaban comprometidos con la institucionalidad del Estado mexicano.

Por ejemplo, era notorio que el PRI no quería perder el poder, ni en 1994 ni en 2000. Pero, por encima de ese propósito, ni el PRI, ni el PAN ni el PRD buscaban ganar las elecciones a costa de destruir las instituciones democráticas que, paso a paso, estaban construyéndose a través de negociaciones, presiones y agitaciones dentro y fuera de los recintos parlamentarios.

De hecho, la reforma político-electoral de 1996, producto de la presión ejercida por PAN y PRD contra el PRI producto del resultado de las elecciones de 1994 y el crack financiero de ´94-´95, abrió la puerta a que la elección intermedia de 1997 produjera dos fenómenos cruciales que allanaron el camino a la alternancia en el 2000.

Por un lado, la oposición ganó la mayoría en la Cámara de Diputados por primera vez en más de 60 años de hegemonía priista. Este hecho tuvo el efecto de obligar al gobierno de Zedillo a aprender a negociar presupuestos y sus propuestas legislativas con la oposición, misma que tenía una mayoría plural en la Cámara. Fue un hecho que propició el saneamiento del ambiente político nacional. Por otro lado, el PRD ganó la jefatura de Gobierno en la Ciudad de México.

Este hecho, en sí mismo, confirmó a todas las fuerzas políticas que la alternancia pacífica en México era posible y deseable. Tres años después Vicente Fox ganó la Presidencia y se inauguró la alternancia pacífica y democrática en México. De 2000 a 2018 estos tres partidos fueron el principal factor de estabilidad política en el país, con diferencias y diseños entre ellos, pero también propiciando acuerdos políticos que permitían al país avanzar económicamente y en la construcción de instituciones del Estado mexicano que acotaban a los tres Poderes de la Unión, y servían como contrapeso a las decisiones del Ejecutivo federal. México estaba en plena construcción de una institucionalidad democrática.

Recordemos que nada de eso existía anteriormente, por lo cual su aprobación y puesta en práctica era un proceso repleto de éxitos y errores. Lo cierto, sin embargo, es que PAN, PRI y PRD eran los constructores de una nueva institucionalidad capaz de asumir la alternancia, los contrapesos, la independencia del Poder Judicial y el Legislativo del Ejecutivo federal, todo ello basado en la Constitución y el respeto al Estado de derecho. Se premiaba la tolerancia a la diferencia.

Esa república, que estaban construyendo esos tres partido, está en claro contraste con la república intolerante, polarizante y con un jefe de Estado que agita contra todos los que no piensan como él, mientras ignora las leyes y la Constitución del país para gobernar con su dedo flamígero señalando sus odios y resentimientos. El modelo de gobernanza de Morena en realidad regresa a México a un estadio previo al PRI, porque no se interesa por defender al Estado y sus instituciones.

El modelo Morena de gobernanza es “no cambiarle una sola coma” a los mandatos del líder aunque signifique violar la Constitución. En última instancia, lo que propone es que nos gobierne la ley del más fuerte, la ley de la selva. Sálvese quien pueda. La esencia de esta propuesta es antiestatal. No quiere Estado, no quiere limitarse en su acción de gobernante por la ley. La Constitución y las leyes son vistas como limitantes formales e impuestas que estorban las implementación de las decisiones de gobernante.

A diferencia del PAN, PRI y PRD, que entre ellos tenían muchas diferencias que dirimian dentro del marco de la ley, Morena propone decidir qué se hace y cómo imponerlo, aunque sea por vía de una “consulta” patito o por la imposición autoritaria.

En contraste con tiempos pasados, cuando hoy se habla del “choque de trenes” se refiere al choque de estas dos visiones radicalmente diferentes acerca del futuro de México. Una visión crea y defiende instituciones del Estado, mientras la otra, la de Morena, ofrece destruir instituciones, criticando errores reales del pasado, pero sin ofrecer otra solución para el futuro más que el desmantelamiento del valor público del Estado sin la creación de nuevas instituciones de reemplazo.

Un modelo-el de Va Por México-crea instituciones. El otro modelo-Morena-destruye las instituciones. Ese es el choque de trenes de 2021, y es un choque mucho más real que el choque advertido de 1994 y 2000.

De avalar una nueva mayoría de Morena, corremos el riesgo de perder el país. Hoy el compromiso de todas y todos es salir a votar el próximo 6 de junio por un México de instituciones y, con nuestro voto, repudiar el propósito de polarizar a la sociedad y destruir instituciones sin ofrecer soluciones a los mexicanos.

Todas y todos debemos votar por UNO de los tres partidos integrantes de la Coalición Va Por México: PAN, PRI o PRD. Son los tres partidos comprometidos con la construcción de la transición democrática institucional, en paz, con tolerancia, pluralidad y respetando a la Constitución y el Estado de derecho.

El futuro es nuestro. ¡Que la Constitución no sea letra muerta!

POR RICARDO PASCOE PIERCE
RICARDOPASCOE@HOTMAIL.COM
@RPASCOEP

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