No cabe duda de que el espacio público, léase calles, plazas, jardines públicos y parques, es necesario para lograr una mejor calidad de vida entre quienes habitamos las ciudades y áreas urbanas. En el caso de México, la mayoría de la población, aproximadamente 80% de nosotros vivimos en urbes. Sin embargo, poco se han explorado las posibilidades que estos sitios albergan como elementos esenciales para crear “ciudades y comunidades sustentables”, el onceavo objetivo de los diecisiete que la ONU establece para el Desarrollo Sostenible de nuestro planeta.
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El espacio público que abona a la sustentabilidad va mucho más allá (y en ocasiones en contra) de lo que comúnmente tenemos en nuestro imaginario: áreas de césped verde con árboles y flores, pues cuenta con capacidades extraordinarias para recuperar algunas de las nociones de comunidad y ecología que se han perdido a lo largo de los últimos dos siglos:
1. Tiene la capacidad de ser una infraestructura que resiste, amortigua, resguarda y reutiliza elementos como el agua, energía solar y residuos sólidos.
2. Al funcionar como una infraestructura y no sólo como un sitio de recreación y esparcimiento, el interés de la comunidad por conservarlos en buen estado aumenta, debido a los servicios de primera necesidad que brindan a la comunidad aledaña, ya que pueden convertirse en sitios para tratar aguas residuales, infiltrar agua pluvial, separar y reciclar residuos sólidos, almacenar
y distribuir la lluvia y captar energía solar, entre otros.
3. Pueden mostrar las variedades de especies vegetales endémicas que caracterizan a las diferentes ciudades y que necesitan de menos recursos para mantenerse en buen estado, convirtiéndose en pequeños jardines botánicos de plantas locales y desmitificando la noción importada y puramente estética del jardín francés, con céspedes verdes y especies florales, costosísimos de mantener y que normalmente son terregales.
4. Promueven el encuentro y convivencia entre la comunidad vecina, favoreciendo el deporte y la recreación, pero también el desarrollo de otras actividades culturales y educativas ya que tienen la capacidad de brindar servicios como sanitarios, internet público, bibliotecas digitales y talleres.
5. Al remover las rejas que normalmente los rodean, se transforman en entes de conexión del tejido urbano, vinculando y promoviendo la movilidad peatonal y no motorizada, tan necesaria de favorecer en esta época.
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Por lo tanto, leamos esto como una invitación a ser promotores de más y mejores espacios públicos en nuestras ciudades, conscientes de que los que ya existen y muchos otros sitios que hoy se encuentran en desuso, pueden convertirse en los mejores catalizadores de la sustentabilidad urbana e importantes entes para aminorar y, en el mejor de los casos, revertir el cambio climático.
POR LORETA CASTRO-REGUERA MANCERA
MAESTRÍA EN DISEÑO URBANO CON DISTINCIÓN DE HARVARD GSD
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