La imagen normal es que sólo los regímenes "de derecha" apelan a métodos antidemocráticos para conservar el poder, pero la realidad es que hay gobiernos que se presentan como "revolucionarios" y hacen lo mismo aunque lo justifiquen con una retórica "de izquierda".
Véase el caso de Venezuela, donde un gobierno que llegó al poder empujado por el hartazgo de los venezolanos con la ineficiencia y la corruptela, derivó en un festival populista que derrochó lo que había, compró clientela, y a la muerte de su líder, el carismático Hugo Chávez, pasó a ser un gobierno tan corrupto e ineficiente como el de aquellos a los que sustituyó.
Peor aún, en su afán de controlar políticamente los factores de poder acabó por debilitar, o mantener sólo el cascarón, de los organismos que sí funcionaban, como Petróleos de Venezuela (PetroVen). ¿El argumento? Desplazar a técnicos y funcionarios antirrevolucionarios.
Su sucesor, el gobierno del presidente Nicolás Maduro no se ha distinguido por su capacidad para enfrentar los diversos retos que ha encontrado, aunque sí por su habilidad para sobrevivirlos, gracias en parte al manto de Chávez, a la clientela formada con subsidios gubernamentales cada vez menos sostenibles y a la incapacidad de la propia oposición venezolana.
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Esta vez, sin embargo, lo hace con el añadido de una crisis humanitaria interna ante la falta de medicinas y a veces de alimentos millones de desplazados, provocada por medidas gubernamentales motivadas más por las creencias de militantes y activistas que por la realidad.
Venezuela es en teoría uno de los países más ricos del mundo, gracias a enormes yacimientos petroleros y una potencial riqueza mineral sobresaliente, pero la ineficiencia o la corruptela de sus sucesivos gobiernos en los últimos 50 años, ha funcionado en su contra.
La situación de Venezuela ha provocado la migración de millones de personas en lo que de hecho ha sido una exportación de su crisis humanitaria a otros países.
Cierto que como otros regímenes de su tipo en la región justifica sus problemas y sus medidas como resultado de su "liberación" del control imperial de Estados Unidos.
Y como parece habitual, intereses de política doméstica en EEUU le brindan razones para justificar esas argumentaciones, con una retórica que a su vez refleja los años 50, los de la irracional "amenaza roja" y su representante, el visceral Joe McCarthy.
La influencia de McCarthy se deja sentir aún 70 años después, a través de la influencia que tuvo su abogado Roy Cohn en la formación del ahora presidente saliente Donald Trump y sus medidas, más demagógicas y de imagen que efectivas contra los gobiernos "socialistas" de Nicaragua y Venezuela.
El "intervencionismo" brinda la justificación para fracasos, la cubierta para sus errores y el pretexto para tomar medidas represivas en nombre de la "revolución" o "la defensa de la soberanía".
Y sobre todo, para conservar el poder.
POR JOSÉ CARREÑO
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1