Los sismos son un fenómeno natural sumamente común en territorio mexicano debido a su posición geográfica. México está situado sobre cinco importantes placas tectónicas, las responsables de la gran incidencia sísmica a la que los mexicanos se han tenido que acostumbrar desde hace varias décadas.
También es la razón por la cual el país ha atravesado terremotos devastadores que han transformado la cultura de prevención y han obligado a las autoridades a destinar mayor enfoque en las prácticas de simulacros, así como para las campañas de concientización en viviendas y edificios que requieren de un plan de repliegue exitoso y preparado ante toda eventualidad sísmica.
¿Cuáles son las placas tectónicas que están en México?
Las placas tectónicas situadas en territorio mexicano son: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos. Las últimas dos atraviesan un proceso llamado subducción, por lo que se encuentran sumergiéndose debajo de la placa de Norteamérica. Rivera también se sumerge debajo de Jalisco y Colima. Por su parte, Cocos lo hace por debajo de Guerrero, Chiapas, Michoacán y Guerrero.
Durante el sismo del 7 de septiembre de 2017, situado en el golfo de Tehuantepec, los mexicanos recordaron los devastadores efectos que pueden dejar este tipo de sucesos. Además de las masivas afectaciones en materia económica, los ciudadanos sufrieron un ataque directo a uno de los pilares del bienestar: su salud mental.
Terremotos pueden afectar la salud mental y causar trastornos psicológicos
En base a información de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), vivir un terremoto puedeN convertirse en experiencia traumáticas que perjudican la salud mental a largo plazo. Las cifras indican que 1 de cada 10 personas atraviesan padecimientos psiquiátricos. El riesgo aumenta si el paciente ya contaba con un trastorno psicológico y vivió el movimiento telúrico en una de las zonas más afectadas.
Los trastornos asociados a un terremoto comúnmente son la desesperanza, disminución de la motivación, menor competitividad, pérdida de apetito, fatiga, depresión, desinterés y pérdida de placer. La condición más frecuente tras un terremoto es el estrés postraumático y el trastorno depresivo, lo que a su vez puede desencadenar el abuso de alcohol y sustancias psicoactivas.
¿Cuáles son las fases de angustia que se viven durante un terremoto?
Los académicos de la Facultad de Medicina identificaron una serie de reacciones que gran parte de las personas tienen durante sismos de gran o mediana magnitud. A pesar de que las reacciones dependerán del contexto y el estado mental, hay ciertos síntomas que usualmente se presentan.
Al momento de escuchar o percatarse que inicia un sismo, las personas atraviesan confusión, miedo e incluso estados de irrealidad. Durante esta etapa la prioridad es la supervivencia. La segunda fase fase de reacción ocurre cuando las personas huyen del sitio y de inmediato se busca entrar en contacto con familiares y amigos. Durante esta etapa se sufre de ansiedad y puede durar unas cuantas horas.
Posteriormente ocurre la fase heroica, esto es, cuando los damnificados atraviesan un estado de "optimismo, aumento en el altruismo y cooperación". Estos momentos son cruciales para numerosos ciudadanos que han sido azotados por las afectaciones del terremoto y necesitan urgentemente ayuda.
Los académicos de la UNAM aseguran que esta etapa fortalece los vínculos entre las comunidades y la interacción de las redes sociales se intensifica. Sin embargo, también existen versiones sobre un intento de "enmascarar" la depresión y los pensamientos de angustia a través de acciones positivas.
Después llega la fase de desilusión, cuando es necesario enfrentar la realidad y el estado de ánimo suele ser depresivo. Esta fase dura desde meses hasta incluso un año, por lo que es importante buscar apoyo psicológico en caso de que los síntomas empeoren. Finalmente está la reconstrucción, cuando los afectados deben adaptarse a su estilo de vida normal y logran una aceptación sobre lo que sucede a su alrededor.
edg