Jalisco

El trasbordo que le arruinó la vida a Don Toño

Don Toño se subió en la estación Zoológico para trasladarse a su casa en la colonia Santa Cecilia, en Guadalajara si saber lo que le esperaba

El trasbordo que le arruinó la vida a Don Toño
Don Toño es un hombre mayor que difícilmente pasaría inadvertido tanto por su imagen como por su tono de voz Foto: Especial

Se subió al camión hablando fuerte para que todos lo escucharan. No lo hacía con tono molesto, sino con ese que sale cuando tienes la razón y te regodeas de ello: “ahí está, es la misma cosa, hombre… el mismo apretadero de diario. ¿Sí o no, seño?”. Y la seño, que no viajaba con él, levantó sus hombros con indiferencia. “Nomás hacen batallar a uno –eso sí lo dijo molesto– el 380 era más rápido”, y se agarró del tubo para no tambalearse cuando arrancamos.

Don Toño se subió en la estación Zoológico para trasladarse a su casa en la colonia Santa Cecilia, en Guadalajara. Yo había abordado dos estaciones antes, en Periférico Norte, con rumbo a Tonalá. Para los dos era nuestra primera vez en Mi Macro Periférico, apenas en su segundo día de operaciones: yo viajaba para conocer este nuevo transporte y documentar la experiencia, él porque ya no tiene otra opción económica para viajar de su hogar a su trabajo y de vuelta.

Don Toño es un hombre mayor que difícilmente pasaría inadvertido tanto por su imagen como por su tono de voz elevado y su facilidad para abrir conversación con desconocidos. Es canoso, mide como un metro 85; ese día vestía un rompevientos azul rey, un pantalón de mezclilla café, zapatos negros gastados de la punta, traía un morral con el bordado mal hecho de una marca deportiva que no dejaba dudas de ser pirata y la correa le cruzaba el pecho; usaba lentes de sol plateados con efecto de espejo y de mica rectangular corrida, un diseño más para su nieto que para él.

Como piezas de Tetris perfectamente acomodadas, sin dejar un solo espacio libre, pudimos abordar el camión. A mí me tocó en la punta junto al chofer, cuando don Toño subió, se quedó en la única puerta de ascenso y descenso que está a la mitad, no pudo avanzar más, noté de inmediato su presencia a pesar de estar escuchando música con los audífonos, el volumen elevado con el que hablaba, sin llegar a gritar, alcanzó los suficientes decibeles para llamar mi atención, paré la reproducción para poder escucharlo con claridad.

Foto: Especial 

“¡Todo este relajo para acabar en lo mismo! Apenas cabe uno. Los mismos empujones, pero ahora en camión bonito… ¡hijo de la…!”, dijo riendo. “No hay de otra, ¿o qué compadrito?”, le pregunta a otro pasajero que tampoco viajaba con él, quien le echó una mirada como pidiendo que se callara, pero don Toño siguió con su monólogo.

“Y la fregada tarjeta, donde se te olvide o la pierdas te vale 30 pesos, nomás la tarjeta, es aparte el pasaje: échale que no ando sola, ¿Usted trae tarjeta doña?”, le pregunta de nuevo a la misma doña, pero ella lo volvió a ignorar.

Paramos en la última estación en el norte de la ciudad, le llamaron Barranca de Huentitán, vi que don Toño salió del camión apenas se abrió la puerta, algunos pasajeros se quedaron sentados, otros más parados sin moverse, yo igual, hasta que el chofer gritó que era la última parada para sorpresa, descontento y enojo de varios. 

–No mames, ¿y ahora qué?– le preguntó un pasajero joven a su amigo.

–No sé, wey. Pregúntale a ese– y apuntó a un señor que vestía un chaleco con el logo de Mi Macro Periférico bordado. 
Mientras tanto, vi cómo don Toño se alejaba de mí, quería entrevistarlo luego de lo que venía diciendo, pero algunas personas pensaron como los muchachos y se amontonaron en el andén alrededor del empleado deteniendo el tránsito, era demasiada la desinformación y el enojo por tener que bajar, cuando en la 380 iban directos hasta sus hogares en Tonalá. En el andén, aparte de los detenidos pidiendo informes, había otros que caminaban lento, todo lo contrario que don Toño, al haber salido primero del camión podía dar unas zancadas largas. 

Pensé en quedarme a preguntar al señor del chaleco cómo llegar a Tonalá, pero decidí caminar lo más rápido para alcanzar a don Toño. A la distancia vi que ya iba platicando con alguien, ahora era con una joven que, evidentemente, tampoco venía con él, quien sabe qué chistes le iría contando, solo vi que ella se reía. 

Salir de la estación implica caminar en cuatro rampas de aproximadamente 20 a 25 metros de largo para dejar nivel de piso y subir al puente que te permite cruzar Periférico, una vez arriba se puede ir en ambos sentidos hacia la acera, donde hay otras cuatro rampas igual de prolongadas para poder bajar. En estas pude recuperar terreno y alcanzar a don Toño, la chica con la que caminaba tomó la dirección contraria en el puente, ahora iba solo, pero no por mucho, alcanzó a otro hombre mayor de los 65 años, como él, y comenzó a platicar, yo estaba a una rampa de ellos.

Cuando por fin pude alcanzarlo, lo confieso: les interrumpí su conversación trivial. Me presenté y le conté que trabajaba como reportero para una estación de radio y un periódico, le pedí respetuosamente que me concediera una entrevista sobre su experiencia al usar Mi Macro Periférico, de inmediato aceptó.

–¿Trabajas con José Luis Jiménez Castro? 

–No, yo trabajo para otra estación de radio 

–¡Qué lástima! Si lo ves me lo saludas, yo lo escucho diario– me dijo sin empacho, asumiendo que tengo trato con él.

–Cuénteme: ¿cómo ha sido su experiencia con estos cambios y la desaparición del 380? 

–De la fregada. Imagínate que yo he usado el 380 por más de 30 años para ir a mi trabajo en la fábrica y ahora ya no existe. Hacía entre siete y, cuando mucho, 10 minutos en mi camino de Santa Cecilia a la Calzada (Independencia, donde está la estación Zoológico), así pasaran llenos los camiones, con gente colgando en las puertas, con tráfico, los codazos, arrempujones ¿sabes cuánto hice en la mañana para llegar a la fábrica? ¡35 minutos, una barbaridad! – me dijo desesperado.

Antes de que iniciara operaciones Mi Macro Periférico, don Toño sólo tomaba la ruta 380 para llegar a su trabajo o a su casa, un solo camión, sin necesidad de trasbordar. Para su mala fortuna, el proyecto no contempló la construcción de estaciones con rumbo a Tonalá, así que ahora tiene que bajar del camión articulado, salir de la estación y esperar en la parada oficial a que llegue la ruta MP-C01 que recorre las mismas calles que el 380.

Foto: Especial

–Es una mentada de madre y usted discúlpeme el lenguaje. Pero no se vale, ahora tengo que tomar dos camiones para hacer el mismo recorrido, ¿a quién se le ocurrió esto? Por Dios –me dijo molesto.
Siete minutos después de estar en la parada platicando, pasó por fin la ruta MP-C01, alias la 380. La gente estaba formada para abordar, estábamos don Toño y yo en medio de la fila, fue entonces que me hizo ver otro detallito: “imagínate que vienes cansado de tu jale, que agarraste asiento y te tienes que bajar y luego caminar todo lo que caminamos para esperar este camión, para que ahora te toque parado y te la pongo peor: espérate a los tiempos de lluvia para hacer estos trasbordos”; lastimosamente me contó su predicción pesimista del futuro.

Las autoridades del Gobierno de Jalisco han minimizado que no se hayan construido estaciones en Tonalá, aseguran que, con las rutas complementarias y troncales abastecidas de nuevas unidades, no tratan a los habitantes de este municipio como ciudadanos de segunda, como se lo han reclamado los propios tonaltecas. 

La realidad es que, a pesar de que son camiones modernos, para quienes se desplazan hacia el Cerro de la Reina y demás colonias que conectan con el sur de la mancha urbana, tienen que soportar los mismos vicios de esta vía: no cuentan con carril exclusivo, por tanto, van sorteando el tráfico diario al lado de camiones de carga y tractocamiones; tiene que hacer alto obligado y cambiar de carril de encontrarse descomposturas de vehículos, por ejemplo; se detiene constantemente en las paradas oficiales y no oficiales para subir y bajar pasaje.

–Yo no veo diferencia que nos ayude, más bien nos partieron toda la… mire, discúlpeme, yo no soy mal hablado, hablo gritando si quiere, pero no me gusta decir malas palabras, pero es que no hay otra forma de decirlo: ¡nos partieron la madre!– me dijo don Toño visiblemente frustrado.

Llegamos por fin a su parada, se despide y antes de bajar, aparte de un pisotón que me dio, le suma más quejas a Mi Macro Periférico con su voz recia: “y me faltó hablarte del nombre feo que le pusieron a la 380, ¿quién chingados le va a decir MP-10mil sabe qué números?” y desciende encogiendo sus hombros entre risas por decir malas palabras. 

dhfm 

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