En plena crisis climática, y a pesar de los compromisos establecidos con la ONU para 2015 –en los que se acordó para este año que la participación mínima de energías limpias para electricidad sería de al menos 30 por ciento–, las finanzas públicas aún mantienen una fuerte dependencia a los combustibles fósiles, los cuales se deberían de comenzar a retirar del mercado, por ser un riesgo para la sostenibilidad.
Aunque para 2021, México alcanza una producción de 31 por ciento de electricidad a partir de energía renovable, 16 por ciento viene de la hidroeléctrica, la más criticada, pues, de acuerdo con la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, las grandes represas no sólo contribuyen a una mayor emisión de gases de efecto invernadero, sino que hacen que los sistemas de agua y energía sean más vulnerables frente al cambio climático.
Para algunos organismos, el país no cumple su compromiso de invertir en energías limpias. Este año se espera que los ingresos petroleros aporten 15 por ciento del presupuesto total del país.
No obstante, la necesidad de abandonar un modelo energético centrado en la explotación de hidrocarburos, Pemex y CFE alcanzan fondos por arriba de lo destinado al cambio climático.
Mientras Pemex cuenta con 141 mil 758 millones de pesos y la CFE, 446 mil 945 millones, los recursos que el gobierno calcula dirigir a acciones de mitigación y adaptación al cambio climático sólo alcanzan 70 mil 274 millones.
“México es muy dependiente de los combustibles fósiles y eso nos afecta a todos”, detalló Fabio Barbosa, especialista de la UNAM.
Y aunque los efectos se esperan a largo plazo en zonas áridas de Chihuahua y Sonora, así como en las costas de Yucatán y Quintana Roo, los resultados se ven en sequías extremas, sargazo y huracanes. Barbosa urgió a impulsar una transición hacia opciones de energía sustentable y mejorar el aprovechamiento de los combustibles fósiles.
PAL