A pesar de que la música es considerada un patrimonio, la poca investigación e importancia que se le da al tema hace que, a la fecha, mucha de la herencia auditiva de México ya no exista, como la música tepehua, de Puebla, que fue homenajeada con un minuto de silencio por músicos convocados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en 2008, y pone a otras, como el canto cardenche, de Durango, en riesgo de desaparecer.
Georgina Flores, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, detalló que no es la primera vez que ocurre esta sitación, pues incluso el son jarocho estuvo en la línea de peligro y fue con ayuda de músicos y académicos que se le dio un nuevo aire, por medio de la difusión de las melodías y la enseñanza de las tradiciones en los miembros más jóvenes de la comunidad.
Al respecto, Balam Ramos, intérprete de una de las dos bandas de música mestiza tradicional del Altiplano, insistió en la importancia de difundir la cultura musical mexicana, pues la mayor parte de las personas que conservan la tradición son de edad avanzada, lo que muchas veces los limita a tocar o enseñar lo que saben.
“Hay comunidades que todavía acompañan sus rituales con música. Son diversas ceremonias, como el cultivo de la tierra, la llegada del temporal de lluvias o la falta de lluvia también”, señaló el intérprete.
Flores recalcó que uno de los causantes de la desaparición de los cantos tradicionales es la discordancia generacional, ya que existe una gran tensión entre tradición y modernidad, pues los músicos más viejos consideran que la música tradicional se está perdiendo por las nuevas corrientes que modifican el estilo.
Mientras tanto, los jóvenes consideran que la música regional debe transformarse y ubicarla en sus nuevos contextos, práctica que ya se nota en los pueblos indígenas de Zacatecas, Michoacán y Puebla, donde se han apropiado de nuevos elementos culturales para sus tradiciones, como las bandas de viento.
PAL