Este suceso se suma a las tensiones diplomáticas en la región de América Latina entre el nuevo gobierno peruano y otros países. Por ejemplo, previamente, el gobierno de Gustavo Petro había tenido una tensión diplomática con Boluarte.
“He dispuesto el retiro definitivo de nuestro embajador en los Estados Unidos Mexicanos y, de esta manera, las relaciones diplomáticas entre Perú y México quedan formalmente a nivel de encargado de negocios”, expresó la mandataria durante un mensaje a la nación.
Se degradaron las relaciones diplomáticas
Cabe aclarar que este acto no significa una ruptura de relaciones, sino más bien una degradación de las relaciones diplomáticas. En las palabras de Boluarte, las relaciones México-Perú quedaron reducidas únicamente para asuntos de negocios. No obstante, no es menor degradar una Embajada extraordinaria y plenipotenciaria a una encargatura de negocios (Curo, 2023).
De igual modo, en la última reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, hizo énfasis en reconocer lo acontecido en Perú como un golpe de Estado contra Pedro Castillo. Sin embargo, su voz no encontró mucho eco en el foro regional.
¿AMLO pone en riesgo la relación?
Otro factor que se suma a la tensión diplomática es la presidencia de la Alianza del Pacífico, la cual está integrada por: Chile, Colombia, México y Perú. El presidente de México, de momento, se niega a traspasar la presidencia de ese mecanismo regional al gobierno de Perú, ya que implicaría un reconocimiento tácito de la administración de Boluarte. Al respecto, esto expresó el presidente de México:
La tensión con el gobierno de Boluarte se asemeja a la tensión diplomática entre México y Bolivia, luego del golpe de Estado contra Evo Morales. Algunas de las similitudes son: México ofreció asilo y protección al presidente destituido, que el país se negó a reconocer expresamente al nuevo gobierno y que se generaron tensiones con represalias a embajadas.
¿Qué viene para Perú?
Más allá de que esta situación “afecte” las relaciones con México, hay que entender que se trata de un componente más entre una lucha mucho mayor: reconocer o no reconocer al nuevo gobierno.
Además, la Doctrina Estrada, que es guía y rectora de la política exterior mexicana y su ejercicio diplomático, sugiere no utilizar el reconocimiento como herramienta política, ya que en la historia de México se encuentran múltiples casos de injerencias extranjeras, a base de utilizar el reconocimiento oficial a un gobierno u otro.
Aquí también conviene recordar que el gobierno de Pedro Castillo fue el último que llegó al poder por la vía del sufragio popular. La presidencia de Boluarte llegó por un mecanismo institucional, que si bien es permitido por la Constitución Peruana, su legitimidad puede cuestionarse, ya que emanó de una decisión del Congreso, no del pueblo peruano.
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