El 30 de agosto falleció Mijaíl Gorbachov, último líder de la antigua Unión Soviética, quien se propuso la audacia de revolucionar democráticamente a la petrificada Revolución rusa. Pero su intento no pudo evitar la implosión y el desmantelamiento de aquel “socialismo”, a sí mismo traicionado al derivar en un sistema contrario a la libertad y vida digna de su diversa y multiétnica ciudadanía.
En esta dirección, el deceso de Gorbachov nos confronta con la pregunta de si hoy es posible el socialismo en un mundo donde resucitan viejas exigencias como la fraternidad, solidaridad y la exigencia de justicia para quienes en el mundo no la tienen.
El economista español Luis de Sebastián (1934-2009) observó años atrás, en “España y Europa: pobreza y utopía”, que las relaciones socio económicas iban a experimentar otro cambio en el plano internacional, que emergería una nueva configuración mundial, en la cual el viejo sueño del socialismo dejaría de ser una utopía derrotada. ¿Es viable repensar tal posibilidad?
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Hay que saber que la antigua Unión Soviética no fue socialista; decía serlo, pero no lo era. Igual ocurre con países como China, Cuba, Corea del Norte, Vietnam, por ejemplo, cuyo discurso suena socialista, pero su economía es al final un capitalismo de Estado.
Según este también exjesuita, repensar el socialismo es inútil en una sociedad que piensa que el actual sistema económico capitalista funciona perfectamente; no obstante, que la socialdemocracia se encuentra vigente, y sin fracasar en algunos pocos países. El problema estriba en que el neoliberalismo (la economía salvaje sin regulación) no permite otra forma política y económica como la del socialismo.
El socialismo real fue un régimen dictatorial, antiliberal y, en consecuencia, falsamente socialista. Fue el caso de la Unión Soviética, que impuso una igualdad por decreto, pero sacrificando la libertad humana. Además, de un “socialismo” militar que puso en peligro a la paz mundial.
Al no tener un verdadero ejemplo de socialismo, nuestra generación aún lo relaciona con totalitarismo, crueldad e ineficiencia. Sin embargo, también el socialismo se asocia con aspiraciones de igualdad, solidaridad, bien común, etc.; a pesar de que la actual élite dominante no quiere cambios en la globalización, con millones de pobres que sí desean una distribución más equitativa de la riqueza.
No puede eliminarse el deseo del socialismo. Ello por la presencia en todas partes de la desigualdad, ahora más hiriente e intolerable por el trabajo infantil, la discriminación de la mujer y las modernas formas de esclavitud laboral. Además, de la grave crisis ecológica provocada por la producción y consumo sin freno del capitalismo.
Quizás un legado de Mijaíl Gorbachov para nuestro tiempo consista en repensar un socialismo que sea de verdad morada social y económica para la humanidad. Pero, ¿eso será posible?
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mgm