La eterna adolescente. Esa es una de las descripciones más bellas y frecuentes que se suelen hacer de Tijuana, la ciudad donde inicia la patria, el punto más al norte del país.
Sede de la frontera más transitada del mundo, tiene un poco de todo. Su mar, dramático y frío, cortado de tajo por la barda, sus cañones y su mítica avenida principal, se unen en un ambiente tan diverso como la gente que la habita.
Poco se sabe sobre el origen de su nombre, pero según el historiador David Piñera existen ya referencias al “rancho de la Tía Juana” desde 1809, en un libro bautismal de la parroquia de San Diego.
No obstante, fue hasta 80 años después, en 1889, cuando se sentaron las bases del primer gran asentamiento de población en la zona, de no más de 200 habitantes. Su cercanía con la frontera fue decisiva para que, desde un principio, Tijuana tuviera un carácter abiertamente turístico.
Una puerta al mar
Una de las grandes ventajas de la ciudad fronteriza es que puedes iniciar el recorrido en el punto que lo desees: puede ser desde el epicentro de su vida alegre, la famosa Revu; desde su corazón cultural, el Cecut, o desde un punto más ideológico.
En este caso, la postal de arranque es la de la barda que divide los territorios de Estados Unidos y México, fuertemente vigilados y donde cada fin de semana se realizan servicios religiosos para devotos a ambos lados de la frontera.

Cientos de personas han pintado las rejas, que se han convertido en una especie de galería de arte efímero. A pocos metros se encuentra el Café Indocumentado, y desde el antiguo faro se puede ver el horizonte que se pierde en el mar.
El carácter alegre de Tijuana siempre vence, y el malecón es sede de bares, cafés e incluso de la tienda de conveniencia con el mejor paisaje del mundo. Los fines de semana los tijuanenses bailan y cantan al ritmo de personajes que se presentan allí, mientras comen banderillas de camarones o grandes rebanadas de sandía.
Arte e historia
Quien crea que porque Baja California es uno de los estados que tiene menos tiempo en la federación mexicana tiene poca historia se equivoca. Y para demostrarlo, no hace falta más que visitar el Museo de las Californias, ubicado en el Centro Cultural Tijuana, Cecut para los cuates.
Allí se pueden rastrear las huellas de los cinco pueblos originarios que poblaron la península de Baja California, sus costumbres y la forma en la que aportaron las bases de las poblaciones modernas.

No necesitas ir muy lejos para disfrutar del Acuario, donde se conservan muchas de las especies autóctonas del Golfo de California, al que el investigador Jacques Cousteau llamó el “acuario del mundo”, debido a su gran variedad.
Para terminar, los amantes del cine pueden disfrutar de la siempre variada cartelera de la Cineteca o de las proyecciones en la sala IMAX o el domo, esa icónica esfera cultural que es símbolo de la ciudad.
Con sabor propio
Si algo caracteriza a las tierras bajacalifornianas en general y a Tijuana en particular, es que prácticamente en cualquier lado puedes comer bien. Desde burritos a tacos de asada, y de mariscos a cocina de alta gama, hay un poco de todo en la ciudad fronteriza.
Un punto imperdible en tu visita a la ciudad fronteriza es el restaurante Caesar’s, donde hace un siglo se inventó la famosa ensalada César, un emblema del talento y el ingenio local.

En buena medida por su cercanía con San Diego, cuna mundial de la cerveza artesanal, en Tijuana hay una grandísima variedad de pequeñas cervecerías que ofrecen variedades y sabores únicos.
En la avenida Revolución, considerada el epicentro turístico de Tijuana, hay prácticamente una cervecería en cada cuadra. La Transpeninsular, Mamut y Teorema son solo tres buenas opciones para probar el sabor local.
Diseño orgullosamente tijuanense
Como buena adolescente, a Tijuana le gusta vestirse de colores. Como buena ciudad del mar, a sus atuendos llegan telas, estilos y visiones de todo el mundo, que se unen en un estilo único.
Tijuana comparte con San Diego el nombramiento de Capital Mundial del Diseño y sus creativos demuestran con propuestas disruptivas, innovadoras pero con un carácter propio, que lo merecen.

Pasar por las tiendas de curiosidades, “curios” en el lenguaje local, es salir con llaveros, playeras que ostentan orgullosas el 664, la clave Lada que ya no se utiliza, o estampados del burro cebra, icono de la ciudad.
Si quieres algo más de autor, tienes que pasear por los pasajes Rodríguez y Gómez, dedicados a la prácticamente inacabable oferta artística y de diseño hecha por creativos locales.
¡Dale Xolos!
El idilio de Tijuana con el soccer no es nuevo. Desde los antiguos tiempos del Inter de Tijuana, que en algún momento fue filial del Club Deportivo Guadalajara, hay un cariño especial con este deporte.
Sin embargo, el fenómeno de los Xolos es algo diferente. Cualquier tijuanense se animará a platicar cómo se vivió el ascenso a Primera División y luego el primer título que prácticamente congeló a la ciudad.

Ir al estadio de Xolos es vivir una experiencia muy distinta a la de cualquier estadio en otra parte del país. Horas antes, las familias se congregan en el estacionamiento para compartir cerveza y carne asada, ritual que se repite al final, donde se suma la música local.
Ubicado en lo que fuera el histórico hipódromo de Agua Caliente, epicentro de la Tijuana de principios y mediados del siglo pasado, el Estadio Caliente es uno de esos puntos que no debes obviar en tu visita a la ciudad.
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