Todo ha cambiado y todo sigue igual. Las elecciones presidenciales estadounidenses, que la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump disputarán dentro de un mes, se perfilan tan indecisas y tensas como siempre a pesar de los sobresaltos vividos.
El expresidente ha visto cómo su base electoral, ya de por sí sólida, se galvanizaba tras sufrir dos intentos de asesinato, en Pensilvania en julio y en Florida en septiembre.
La repentina irrupción de la vicepresidenta en la carrera, tras la histórica retirada de Joe Biden en julio, ha devuelto la esperanza al Partido Demócrata, que temblaba por las malas encuestas del octogenario presidente.
Trump pinta en sus mítines un cuadro apocalíptico de Estados Unidos, destrozado según él por los migrantes y una inflación galopante.
El republicano dijo ayer que México requiere una "operación militar" contra los cárteles del narcotráfico, durante una entrevista para el medio Newsnation.
Por su lado, Melania Trump reiteró su apoyo al derecho al aborto en un nuevo video, distanciándose de la postura de su marido.
"Se trata de la libertad individual de la mujer".
La demócrata Harris se enfrenta al republicano desde una posición centrista, apostando por dar a los votantes indecisos una opción moderada sobre los temas que más les preocupan.
La vicepresidenta demócrata se ha distanciado de algunas posiciones progresistas adoptadas durante las primarias de su partido en 2019.
"Ahora está mucho más cerca de la centroizquierda", constató el profesor de comunicación política, Robert Rowland.
PAL
