En el paisaje de la ciudad hay algo que hace falta, dice Arturo Berned (Madrid, 1966): “Eso es lo que a mí me ha motivado, el leitmotiv de por qué me dedico a lo que me dedico es notar una carencia en la ciudad, en los edificios públicos, y querer suplirla con mi trabajo. Creo firmemente que la escultura es necesaria, es tremendamente útil para entender un espacio arquitectónico”.
El escultor vive una estrecha relación con el espacio: sus inicios fueron en la arquitectura, donde alcanzó su máximo desarrollo trabajando con el Estudio Lamela, en proyectos como la Terminal T4 del Aeropuerto Madrid–Barajas o en la remodelación del Santiago Bernabéu. De hecho, su arribo a la escultura acabó por suceder cuando “me encargaron buscar obra para instalar, obra de gran formato para el aeropuerto”.
“Me resultó tremendamente difícil por el tamaño de las obras, por la idiosincrasia de cada uno de los artistas, por el precio de sus obras; al encontrarme con tanta dificultad dije: ‘puede ser una oportunidad ese nicho’”. Acostumbrado a trabajar con luces, sombras, volúmenes y materiales, Berned se decantó por la geometría y se metió de lleno en la escultura, disciplina con la que se había ligado desde los 15 años.
A los cálculos matemáticos del ángulo, la línea recta y la curva “porque también es geometría”, sumó las “características físico-matématicas” del acero, corten e inoxidable: “Ni el plástico, ni la madera, ni la piedra, ni el vidrio tienen los límites elásticos y de resistencia que tiene el acero; además, más allá de que se puede moldear o curvar, se puede trabajar con planos: lo cortas con precisión y con facilidad; lo soldas con muchas técnicas, con mucha precisión y con mucha facilidad”.
Berned añadió la influencia de la escultura geométrica hispanoamericana, de la que se siente heredero: “Hay una tradición española y latinoamericana muy importante, está Chillida (quien le aconsejó dedicarse plenamente a la disciplina), Palazuelo (con quien siempre ha sentido identificación), Oteiza; pero luego están los brasileños y argentinos, colombianos y mexicanos, que han trabajado la línea, la geometría, como pueda ser Lygia Clark o Franz Weissmann…”.
En todo caso, la escultura para el español es vitalidad y reto constante, en eso también sigue el consejo de Chillida acerca de ir en busca de la oscuridad, de lo no conocido, y para ello “se requiere una actitud joven y energética, porque si no a poco tiempo te mueres de cansancio”. En ese camino, dice, “llevó cuatro años siendo infiel a la línea recta” y también al acero: ”Hace diez o doce años empecé, de manera curiosa, a investigar otros materiales”.
Hace dos años, de manera casual, cayó en sus manos el plástico: “Lo encontré caído en el suelo, un trozo, una banda de plástico de PVC flexible, y empecé, de manera infantil, a jugar con esa pieza y actualmente fabrico mi propio plástico para hacer mis esculturas que hago con mi cuerpo, son piezas de gran formato que pesan 400 kilos y tengo que ir moviéndolas y buscando la forma que me inspire más: unas veces es más belleza, otras es más odio y otras veces es más felicidad”.
ELEMENTOS
- En México, Arturo Berned trabajó tres obras por encargo para Malinalco, San Ángel y Guadalajara.
Por Luis Carlos Sánchez
EEZ