Jonathan salió hace nueve años de su natal Venezuela, donde se desempeñaba como marino mercante durante la dictadura chavista. Tuvo la mala suerte de ser testigo de documentos confidenciales que revelaban una serie de anomalías en la extracción de petróleo y metales en su país, así que no hubo más opción que emigrar hacia Colombia.
En una tierra desconocida conoció a la que ahora es su esposa, con quien consiguió comprar una casita en una zona rural donde, a decir de él, tenía su “ganadito” y herramientas de campo para poder emplearse y vivir.
Vivió bien algunos años, hasta que los grupos paramilitares apretaron mucho y volvió a emprender la huida, ahora hacia México en mancuerna con su compañera de vida.
El frente Simón Bolívar le dictó sentencia a su porvenir: o elevaba el pago de la cuota semanal en una especie de cobro de piso, o le mataban a su familia y le incendiaron la casa que tanto sacrificio les había costado.
Así, desde el 14 de julio, ha viajado de Colombia y llegado a Tapachula, en el sur de Chiapas, donde espera que su trámite y el de su esposa de agilice para llegar cuanto antes a Estados Unidos, el destino de donde espera ya no tenga que huir. Jonathan espera en uno de los puntos de revisión que el Instituto Nacional de Migración (Inami) ha colocado en el ejido Viva México. Lleva tres días en el intento por ser trasladado a otro punto del país para iniciar con el procedimiento que le dé un permiso de tránsito libre por el país.
“Mi esposa y yo tuvimos que abandonar Colombia y desde entonces hasta este punto en Chiapas, nos hemos gastado más de dos mil 400 dólares (unos 141 mil pesos) y ahora lo único que queremos es que nos dejen pasar, que atiendan a todos los que estamos aquí en espera de esos permisos”, afirma.
No es el único. La situación de cientos de migrantes se repite en este refugio improvisado por ellos con casas de campaña a base de bolsas de plástico y otros materiales. En el menor de los casos llevan tres días a la espera, pero otros han estado allí hasta una semana, sin noticias de qué pasará con su estatus legal apenas en la esquina de México.
Temen quedar atrapados
La búsqueda incesante de miles de extranjeros por obtener el permiso y llegar a la frontera norte ha saturado desde ya los puntos de vigilancia migratorios, a donde llegan y se entregan, pero también hay un repunte considerable en las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar ) en Tapachula.
A esto se suma la suspensión de atención que el Inami mantuvo durante semanas posteriores a la caída del Título 42 y reactivados recientemente, aunque eso no excluya que muchos desesperen y busquen avanzar en caravana, como ocurrió el pasado 21 y 22 de julio.
Las habituales filas que se veían a inicio de año habían tomado un receso por algún tiempo y nuevamente comienza a percibirse el flujo de solicitantes de la condición de refugio.
Hasta el cierre de julio de 2023, dicha comisión documentó 87 mil 986 peticiones de refugio, de las cuales 46 mil 591 se realizaron en Tapachula. Es decir, más del 50 por ciento de los procedimientos se dieron sólo en esta localidad fronteriza con Guatemala.
Las cifras podrían acelerarse durante agosto y el resto del año, ante el temor de quedar varados en el sur de México en medio de las políticas migratorias que recrudecen en Estados Unidos, aunado a las venideras elecciones que, para lo extranjeros, representan un revés en cuanto a apoyos y puertas abiertas en la nación norteamericana.
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