Las industrias que más protegieron sus marcas e invenciones, en 2019, generaron 17.6 millones de empleos, esto es 33.6 por ciento del total, reveló el estudio “La contribución económica de la propiedad intelectual en México”.
El reporte realizado por la Unión Europea, a través del proyecto IP Key América Latina, en colaboración con el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), destaca que esas mismas empresas registraron salarios, en promedio, 18.1% más elevados, comparadas con las industrias que no ejercen derechos de propiedad industrial (DPI).
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“Esto es positivo para los más de 17.6 millones de puestos de trabajo directos e indirectos que generaron las industrias intensivas en DPI en su conjunto, tienen un valor exponencial para las economías, que vale la pena invertir, registrar y proteger la propiedad intelectual”, indicó Pedro Duarte Guimarães, líder del proyecto IP Key América Latina.
Juan Lozano, director general del IMPI, destacó que la propiedad industrial es un claro incentivo para la incursión en la vida económica en el sector formal.
“Quien tiene propiedad industrial tiene mayores razones para cubrir sus obligaciones fiscales, laborales y de seguridad social. No tengo duda, las marcas y patentes son sellos que indican que en donde se encuentran hay mejores condiciones de bienestar”, comentó Lozano.
El estudio analiza el comportamiento de dichas industrias de 2010 a 2019, y destaca que en el último contribuyeron con 47.8 por ciento del PIB nacional 2019, lo que representó 11.5 millones de millones de pesos.
Además, refiere que las industrias que hacen mayor uso de la propiedad industrial desempeñaron un papel clave en el comercio exterior, ya que representaron más de 70 por ciento de las exportaciones e importaciones de mercancías.
Lozano destacó que tanto el gobierno como las empresas tienen el reto de proteger y fomentar una economía basada en la innovación, ya que, la creatividad, la generación de lo nuevo y la capacidad inventiva de la gente constituyen motores fundamentales para la economía.
Por Laura Quintero
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