De alguna manera, el Día de la Candelaria marca el fin de las fiestas de fin de año. Celebrado el 2 de febrero, conmemora la presentación del niño Jesús ante las autoridades eclesiásticas, la cual se llevaba a cabo 40 días después del parto.
Sin duda, y disculpándose con el champurrado y las deliciosas variantes del atole que se degustan en esta fecha, los verdaderos protagonistas son los tamales y sus decenas de versiones regionales.
No importa si son rojos o verdes, en hoja de plátano o totomoxtle, la sempiterna hoja de maíz, si son enormes como el zacahuil huasteco o si incluyen un langostino entero, como el barbudo del Pacífico: el punto es que los tamales no pueden faltar.
Como muchas de las tradiciones en México, se trata de una mezcla de creencias de los pueblos originarios y de los conquistadores europeos, quienes ajustaron algunas fechas de los calendarios religiosos nativos para complementarlos con los propios.
Entre Jesús y Tonatiuh
La fecha del 2 de febrero tiene un sentido más allá de lo litúrgico. De acuerdo con fray Bernardino de Sahagún, por esas fechas los pueblos originarios celebraban a Tláloc, el dios de la lluvia, y se hacían fiestas para obtener su favor para la cosecha.
Por otro lado, el nombre de la Candelaria tiene todo qué ver con la luz: mientras que los católicos llevaban sus candelas, o velas, al templo para la presentación del niño Jesús, los pueblos originarios celebraban al sol nuevo y las primeras lluvias.
¿Y los tamales?
Aunque existían versiones más comunes y menos elaboradas para el día a día, los tamales que se consumían durante las fiestas a Tláloc, Chalchihutlicue y Quetzalcoátl, estaban hechos con hierbas amargas y carnes de pescado, venado o xoloitzcuintle.
Nuevamente de acuerdo con fray Bernardino, estos tamales eran una ofrenda para los dioses que se compartía con sus fieles, de la misma manera que compartían la tierra, el sol y el agua.
Los religiosos que realizaron el proceso de evangelización en la Nueva España aprovecharon la oportunidad de combinar el culto precolombino con el católico, y por eso la de la Candelaria es una de las fiestas más arraigadas en el país.
Los tamales fueron cambiando con el tiempo, y si con la llegada de los europeos se sumaron las carnes de pollo o cerdo y el queso, en la actualidad se pueden encontrar tantos sabores como ingenio tiene quien los hace.
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