Fernando Botero encontró la voluptuosidad en el volumen de mujeres danzantes, toros magistrales empitonando a toreros virreinales, familias de cirqueros donde el sobrepeso se transmuta en belleza, ironía y la fijación de una estética.
El dibujante, pintor y escultor, que nació en 1932 en Medellín, Colombia, y falleció este 15 de septiembre, creó una escuela celebrada internacionalmente, que desde los años ochenta lo situó como un artista imprescindible en el universo de las artes plásticas.
A los 12 años se inició como aprendiz de novillero. Esa experiencia fue recogida en una de sus primeras acuarelas sobre un torero. El Picasso erótico fue su pintor iniciático. Los estudios de juventud de Botero fueron calificados de obscenos. A tal grado que fue expulsado de las escuelas de Medellín y se marchó a recibirse de bachiller en el remoto Liceo de Antioquia.
A los 18 años decidió que su carrera como pintor debería continuar en Bogotá. Pronto se insertó en los círculos intelectuales y su óleo “Frante al mar”, le mereció ganar un puesto en el Noveno Salón Nacional de Artistas.
Anhelante de mundo y de conocimiento de los museos europeos, se instaló en Madrid, para estudiar en la Academia de Arte de San Fernando.
En las paradojas de la existencia, vendió afuera del Museo del Prado dibujos y pequeños óleos para mantenerse. Décadas después este museo emplemático le abriría sus puertas y coleccionaría su obra.
Visita París y luego se se muda a Florencia. Inscrito en la Academia de San Marcos, estudia la obra de Piero della Francesca y Tiziano, entre otros. De la pintura de Paolo Uccello le interesa el volumen de los cuerpos.
En sus treintas expone en Colombia con poca fortuna. Fija su residencia en México. Se asombra con el colorido de los murales de Rufino Tamayo y de Olga Costa con La vendedora de frutas. Es el año de 1956. Doce meses después expone en Nueva York con relativo éxito. Viaja a Colombia y adquiere el reconocimiento que se le había negado.
De 1962 a 1980 expondría en los meseos más relevantes de Europa. A partir de ese año su fama lo llevaría a ser de los artistas plásticos más buscados por galerías y museos. Hoy en día hay exposiciones permanentes es varios de estos recintos.
Su temática como escultor va de soldados romanos a gatos y odaliscas reposantes, parejas sinuosas en eternos maratones de baile, músicos exhaustos, bodegones y flores exultantes o marchitas. Su pintura es la de un cosmopolita. Ningún tema le fue ajeno. Su óleo sobre la muerte de Pablo Escobar es estremecedor.
“En mis cuadros hay cosas improbables, no imposibles”, diría Fernando Botero en su metaverso.
*Miguel Ángel Pineda es gestor cultural y autor del libro “Temas de Teatro”.