PATRIMONIO INTANGIBLE DE LA HUMANIDAD

El Patrimonio no es recuerdo, es presente y futuro

Las legislaciones, la diplomacia cultural, las acciones educativas y los debates son vitales

CULTURA

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CUEVAS DE YAGUL, OAXACA. Foto: cortesía Gobierno del Estado de Oaxaca. Créditos: Cortesía

No hay realidad más dramática que una sociedad sin memoria. El instinto primario del colonialismo, en su momento, y ahora, del capitalismo es debilitar, erosionar o expropiar aquello que da sentido a diversos grupos sociales en distintas regiones.

El mercado global tiende a tratar los bienes arqueológicos, históricos, artísticos, bioculturales, y ahora las formas de representación simbólicas de las comunidades indígenas, como mercancías susceptibles de entrar al comercio internacional, así sea de manera ilegal. Por eso, necesitamos de políticas de la memoria y de protección, conservación y difusión del patrimonio para afirmar lo que somos y lo que queremos ser en un entorno mundial interconectado.

Las legislaciones, la diplomacia cultural, las acciones educativas y los debates que impulsan gobiernos, el mundo académico y la sociedad civil, así como los consensos en desarrollo creados por organismos como la UNESCO, ICOMOS, la Agenda 21 de la Cultura y otras redes son vitales.

El patrimonio cultural es creación histórica colectiva.  En el terreno del llamado patrimonio material, los bienes y monumentos arqueológicos, históricos y artísticos son fruto de tramas sociales, culturales, estéticas y políticas de su tiempo. En el presente expresan fragmentos de memoria con significados para diversos actores sociales. Son parte del patrimonio también los sitios de memoria que se construyen o se producen, como los territorios mismos, a partir de ser un espacio vivido, aún cuando no cuenten con edificación alguna.

PAISAJE DEL VALLE SAGRADO OTOMÍ-CHICHIMECA. Foto: cortesía Secretaría de Cultura de Querétaro.

La conservación del patrimonio arquitectónico urbanístico supone, como parte del derecho a la ciudad, un componente de memoria, derechos, diversidad y sosteniblidad, visión de género e inclusión. Las políticas de desarrollo urbano han de ser sensibles a los enfoques de preservación del patrimonio, sin que ello signifique renunciar a la innovación, a los nuevos usos en transformación con el sentido mismo de ciudad y la manera de asumir el espacio público y el buen vivir.

México es un país megadiverso. Un alto porcentaje de selvas, bosques y fábricas de agua están en territorios indígenas, en regiones bioculturales cuyas cartografías culturales no sólo permiten el reconocimiento de su patrimonio natural, sino los registros de las formas como nos curamos y nos alimentamos, tradiciones vivas a veces convertidas en cocinas reconocidas. Sin embargo, el cambio climático y los desastres naturales, la pobreza, las posturas extractivas y hasta el narcotráfico son factores de riesgo que requieren definiciones donde la voz cantante sea de los pueblos.

CENTRO HISTÓRICO DE ZACATECAS. Foto: cortesía Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde.

En el llamado patrimonio inmaterial, las lenguas, creencias, saberes y conocimientos, las formas de relación social y con la naturaleza de comunidades, grupos o colectivos, marcan subjetividades y afectos que se viven en el campo y la ciudad, en contextos de conflictos de poder y diversas exclusiones no sólo identitarias o lingüísticas, sino de género. Por eso, los enfoques en torno a la preservación, conservación, restauración, protección y difusión, no son neutrales, ni solamente técnicos, entrañan definiciones éticas y políticas en el ámbito local, nacional o internacional. 

Los procesos de descolonización emergen ante el fin del tiempo de una sola narrativa. El patrimonio es territorio de diversidad. Vivimos la emergencia de muchas voces.

Por Lucina Jiménez