Zacatecano por nacimiento, Ramón López Velarde (Jerez, Zacatecas, 1888), es sin dudarlo uno de los poetas más conocidos por propios y extraños. Modernista y vanguardista. Renovador y clásico al mismo tiempo. Sus primeros estudios los realizó en los seminarios de Zacatecas y de Aguascalientes. En San Luis Potosí se formó como abogado. Se trasladó a la Ciudad de México en 1914, donde falleció.
López Velarde formó parte de una generación transicional marcada por el Porfiriato acendrado, la Revolución Mexicana y el comienzo de la posrevolución. Su postura política estuvo a favor de Francisco I. Madero, a quien conoció, y de Venustiano Carranza, en cuyo gobierno intervino.
Desde muy joven desarrolló la destreza literaria que lo caracterizó. Poeta, prosista, escritor y editor; sus compañeros de generación fueron Enrique Fernández Ledesma, Rafael López, Enrique González Martínez y artistas como Herrán, Siqueiros, entre otros.
La creación del zacatecano encierra sus constantes paseos y viajes en la provincia, recreados en la memoria, sus amores imposibles y contrariados y la fascinación erótica de los placeres de la Ciudad de México. El espíritu y lo terrenal, su esencia católica y el amor, la dicotomía del ser humano.
Sus andanzas por los teatros capitalinos Arbeu (hoy Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada), Colón, Lírico y Principal, con la sensualidad de sus espectáculos nocturnos encabezados por bailarinas, como Anna Pavlova, Antonia Mercé y Tórtola Valencia, quienes fueron su inspiración. También lo fueron su amada Josefina –Fuensanta– y María Nevares, musas en sus poemas.
En su obra poética se desarrollaron temas como la religión, el erotismo, el dolor, la muerte y los sentimientos patrios: La Sangre devota, Zozobra, El son del Corazón, Silabario y su obra emblemática, La Suave Patria, que entregó a la revista El Maestro, poco antes de morir, y que pese a que coincidió con las celebraciones del primer centenario de la Independencia de México, no hay nada escrito para saber fehacientemente, que lo hizo con el afán de sumarse a dicho aniversario; La Suave Patria es un poema a la madre dadora de vida, y el reconocimiento amoroso y entrañable de su hijo –una declaratoria de amor, acaso filial, acaso sensual y sincera, a la madre y abrigadora morada–.
López Velarde falleció el 19 de junio de 1921, apenas cuatro días después de haber cumplido 33 años. Vasconcelos organizó los funerales a cargo del gobierno, por disposición de Álvaro Obregón, quien admiró al escritor.
A lo largo de 100 años, múltiples escritores han estudiado y escrito sobre su obra. A un siglo también, el Senado de la República reconoció su trayectoria, inaugurando el Muro de Honor en el Salón de Sesiones, con su nombre inscrito: “RAMÓN LÓPEZ VELARDE, POETA DE LA PATRIA”.
Fragmentos de La Suave Patria:
[…] Suave Patria: tú vales por el río de las virtudes de tu mujerío; tus hijas atraviesan como hadas, o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas […]
[…] Suave Patria, vendedora de chía: quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía […]
[…] Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Por Ricardo Monreal Ávila
PAL