Por María José Chávez Garrido
El patrón de la cultura de la cancelación es uno que hemos visto con frecuencia.
Primero, algún cantante, influencer o actor, es descubierto haciendo o diciendo algo moralmente incorrecto o mal visto. Segundo, el internet reacciona y con una frecuencia masiva, todo el apoyo que se tiene al artista empieza a ser retirado. Se publican artículos con las alegaciones, cadenas de twitter explicándolo todo. Se graban videos de You Tube y Tik Tok. Se escriben comentarios llenos de odio y tristeza, expresando la decepción que causa que el artista tenga tales opiniones.
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Tercero, el artista intenta dar explicaciones, ya sea con un video disculpándose o con algún tipo de post en sus redes, donde trata de explicar su comportamiento, aceptar sus acciones y a veces prometen actuar al respecto. Y por último, según la reacción del público, puede que el artista regrese al ojo público después de un rato, en caso de ser “perdonado por el Internet”. Y si no, es muy probable que el artista no vuelva a la fama, deje de ser contratado y termine con un trabajo no muy bueno.
Sea cuáles sean los resultados de la llamada “cultura de la cancelación”, este fenómeno social ha sido fuertemente criticado desde sus inicios. Y aunque la mayoría de los medios, artistas y académicos, opinan que este tipo de sucesos debería parar, cabe resaltar que en la mayoría de los casos, la cultura de la cancelación es efectiva y al final del día es un fenómeno que sigue ocurriendo con frecuencia. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿deberíamos de cancelar a la cultura de la cancelación?
Para comenzar, una de las razones por las que la cultura de la cancelación sigue con vida, es porque ésta tiene el poder de atacar a aquellos que a simple vista se ven intocables. Hay miles de artistas y empresarios cuya fama y poder hacen imposible que paguen por sus malas conductas y delitos. Pero la cultura de la cancelación, tiene la capacidad de sobrepasar la ley y hacer pagar a la gente en el poder por sus crímenes. El Internet, por medio de la cancelación, logra generar tal nivel de presión, al punto de que gente sumamente famosa y adinerada termina alejándose del ojo público.
Y es que presionar de manera masiva sí sirve. El problema es que muchas veces la autoridad no escucha como debería. Es responsabilidad de la autoridad actuar a partir de lo que dice el público. Y es responsabilidad de este público protestar ante temas e iniciativas que valgan la pena.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde las masas no piensan, sino reaccionan. En la cultura de la cancelación, el público no se pregunta por lo que pasa. Alguien sube alegaciones de algo y ya estamos cancelando sin preguntarnos sobre si es real o no lo que pasó. Por un lado, no podemos esperar un proceso jurídico de todo lo que pasa. Pero por otro lado, tampoco podemos ir moviéndonos sin preguntarnos qué es lo que hacemos.
Como individuos debemos ser más críticos con respecto a quienes apoyamos y cancelamos. Exigirle cosas a la autoridad no está mal. Pero hay que ser críticos con a quien cancelamos y a quien no. Cancelar no toma nada de tiempo, es algo que funciona con fuerza de masas. El cancelar (como el exigir cosas coherentes) a nivel individual muchas veces se reduce a cosas tan simples como dar like, comentar o subir un tuit. Y la cancelación se ha vuelto algo tan común, que muchas veces influimos en la cancelación sin darnos cuenta. Ser críticos respecto a la cancelación no es pedir que se dejen de subir videos, tuits, posts, cancelando cosas innecesarias. Sino más bien pedir que se sea crítico no se impulse por medio de likes, comentarios y videos el discurso de odio.
La autoridad debería de saber regular cuándo hacerle caso a las masas y cuándo no. Esto implica una buena elección de las autoridades por parte del público. También que la autoridad se de tiempo de dialogar. La cultura de la cancelación es rapidísima. Y aunque hay cosas que ameritan urgencia, mínimo se debería de discutir, dialogar, ponderar un poco. Si queremos abandonar una cultura de odio y cancelación tan subjetiva, debemos de regresar al pensamiento crítico y la reflexión, a la escucha de otras opiniones y al diálogo.
XG