El próximo 28 de enero volverán las corridas de toros a la Plaza México, luego de que el 6 de diciembre de 2023 se desechara el amparo que prohibía su realización en la Ciudad de México desde mayo de 2022.
Llegada al país durante el Virreinato, la llamada fiesta brava tiene un origen incierto. Mientras algunos señalan que nació durante la Prehistoria, como parte de la caza de los uros, hay quien dice que los antiguos fenicios celebraban algo parecido a la lidia en la antigua Gadea, actual Cádiz.
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Lo cierto es que su historia es larga y llena de polémica, puesto que a nadie deja indiferente. Si existen acérrimos defensores de la tauromaquia, quienes aseguran que es una mezcla de arte y habilidad, también hay quienes señalan que es bárbara por el sufrimiento de los toros de lidia.
De origen romano
Aunque no existen datos sobre el origen exacto de la tauromaquia, la mayoría de los historiadores señalan que, probablemente, los romanos se hayan inspirado en el culto a los toros que se realizaba en la antigua Creta.
Se dice que el emperador Julio César era aficionado de una suerte llamada alanceo de toros: con una larga pica solía atacar a los bureles durante las funciones de circo romano, donde había gladiadores especializados en la lidia de toros.
Un personaje con aire legendario, llamado Karpóforo, fue el primero en utilizar un trapo rojo para hacer que el toro embistiera en el envite, con el objetivo de animar aún más la fiesta brava.
Así las cosas, los romanos llevaron el circo a la Península Ibérica, donde ya los fenicios realizaban algunos juegos con toros, los cuales consistían en tratar de tirarlos a pulso, de donde se derivaría otra suerte taurina: los forcados portugueses.
Un espectáculo de reyes
Del año 1080 data la primera referencia a un espectáculo taurino realizado en territorio ibérico. Fue en la ciudad de Ávila, durante las bodas del infante Sancho de Estrada, donde se realizó pica de toros.
Esto no quiere decir que antes no se hiciera. De hecho, se dice que Ruy Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, era un experto rejonero, pero como sus andanzas median entre la leyenda, los historiadores no suelen tomarlas como referencia.
Ya en el siglo 12, durante la boda de Alfonso VII y doña Urraca de Barcelona, se celebró un encierro en Palencia, cuyo objetivo era agasajar a los novios. Tiempo después, el emperador Carlos V se distinguió por su capacidad para la pica e incluso la muerte del toro con arcabuz.
Sin embargo, hacia 1723, el rey Felipe V consideró indeseable la fiesta brava y prohibió a los nobles de su época lidiar toros a caballo, que era la forma común en que lo hacían. Sin embargo, las corridas tenían gran arraigo entre las personas, por lo que la gente del vulgo comenzó a torear a pie, dando origen a la tauromaquia moderna.
Un espectáculo del pueblo
Durante poco más de un siglo, el espectáculo taurino sirvió como distracción para las clases bajas de la naciente España, lo cual propició la inauguración de más plazas y la ampliación de las ya existentes.
Las primeras reglas del espectáculo, llamadas “Tauromaquia completa, o el arte de torear, tanto a pie como a caballo”, fueron publicadas en Madrid en 1836. Eran un tratado escrito por el matador Francisco “Paquiro” Montes, quien relató los elementos básicos del toreo a pie, a caballo y las mejoras en el espectáculo.
Entre las innovaciones más importantes realizadas desde la época está el desarrollo del llamado toro “de lidia”, más pequeño en tamaño que la mayoría de los bureles y forjado a base de cruzas, y el peto acolchado para los caballos, mismo que se instituyó en 1928.