Los milagros son herramientas que desde hace siglos han demostrado no solo el poder de Dios ante un hecho específico, sino una opción tangible de su existencia ante personas que dudan de él.
El milagro que obró sobre Santa Constanza, hija del emperador Constantino, no solo permitió que el cristianismo fuera aceptado durante algún tiempo en Occidente, sino que ayudó a la conversión de miles de almas.
¿Quién fue Santa Constanza?
Aunque los registros históricos varían y no existen sino un puñado de vestigios arqueológicos que avalan solo partes del relato, se dice que Constanza fue hija del emperador Constantino y nació en el siglo cuarto.
Se dice que el emperador la ofreció como esposa a su general Gallicano, quien recientemente había quedado viudo. Sin embargo, como en ese momento Constanza tenía una enfermedad incurable, el militar se negó a desposarla.
Para buscar la cura a su enfermedad, Santa Constanza viajó a Roma, donde Santa Inés obró un milagro en ella. En respuesta, tanto Constanza como sus hijas Ática y Artemia, hicieron un voto de castidad.
Resuelta en ello, Constanza legó a sus dos sirvientes más fieles, Juan y Pablo, tanto su riqueza como la libertad, misma que ambos emplearon en favor de los cristianos de la región, mismos que vivirían una atroz persecución a la llegada de un nuevo gobernante.
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