Salvo durante la llamada Decena Trágica, el centro de la Ciudad de México permaneció relativamente ajeno a los enfrentamientos de la Revolución Mexicana. Prueba de ello es que la vida urbana seguía una normalidad relativa, con exhibiciones de cine cotidianas.
Un local de la calle 16 de septiembre es prueba de ello. Aunque actualmente es sede de Sex Capital, una plaza dedicada a la venta de artículos eróticos, hace algunas décadas fue uno de los cines más importantes de la Ciudad de México: el Olimpia.
Fundado el 1 de noviembre de 1919, en plena Revolución Mexicana, su primera piedra fue puesta por el célebre tenor italiano Enrico Caruso, que visitó por primera y única ocasión la capital solo con este cometido. Este cine abrió sus puertas dos años más tarde, en 1921, convirtiéndose en uno de los escenarios más lujosos del Centro Histórico.
El Olimpia marcó un hito en este tipo de recintos. No solo estaba pensado como cine, sino como un espacio multifuncional, donde además de películas se podían admirar presentaciones musicales, de teatro y danza.
En sus años de máximo esplendor, este espacio tenía dos salas de baile, dos vestíbulos, un salón exclusivo para fumar y un órgano Wurlitzer, el cual se empleaba para amenizar distintos espectáculos.
Durante la época del cine mudo, el Olimpia contó con grandes nombres para musicalizar sus películas. A su piano se sentaron Agustín Lara, Manuel Esperón y Carlos Chávez, entre otros célebres músicos mexicanos.
En su sala, con aforo para 4 mil personas, se exhibió la primera película sonora de la historia, “El cantante de jazz”. Además, hacia 1930, fue el sitio desde donde inició transmisiones la XEW.
En los cuarenta fue remodelado por el arquitecto Carlos Crombé, responsable también de la Arena Coliseo, y durante varias décadas fue una de las salas consentidas de la región. Sin embargo, con el paso de los años fue decayendo. El golpe de gracia se lo dio el sismo de 1985, donde resultó afectado.
El Cine Olimpia, ya entonces parte de la Compañía Operadora de Teatros del gobierno federal, cerró sus puertas definitivamente en 1999, luego de varios intentos por ganar una audiencia que ya lo había abandonado.
Dos años más tarde, en 2001, fue vendido por el Fondo Liquidador de Instituciones y Organizaciones Auxiliares de Crédito como parte de un paquete de 14 recintos abandonados, entre los que estaban otros famosos cines, como el Latino o el Cosmos. Tiempo después, se convirtió en una plaza dedicada a la venta de enseres eróticos.