No alcanzaste a ver las imágenes fugaces, los instantes efímeros que se pierden en ese océano infinito de las redes sociales. Recuerdo tu último mensaje que me dejaste en mi muro de Facebook, querida Miriam: “reencontrarse, esa será nuestra palabra clave”. No me imaginé que el cáncer te consumiera en tan poco tiempo. Tus amigos te despedimos en silencio.
Todos los días reviso, sin falta, el apartado de recuerdos de mis redes sociales. Los difuntos siempre tienen un apartado especial. Mucho de lo que aparece ha desaparecido de mi memoria. Es un artefacto (un dispositivo con vida propia) que maniobra con campanazos virtuales el que me avisa que esa bruma fue real.
¿Por qué compartimos un sentimiento, por qué posteamos una foto que merecía estar sólo en nuestro espacio privado, por qué quisimos que “todos supieran” que caminamos por esas calles?
Lo que no se narra, no existe, escribió Carlos Fuentes en su libro El naranjo o los círculos del tiempo. En estos tiempos, habría que agregar: lo que no se exhibe en redes sociales, nunca pasó. ¿Cómo pueden saber qué estuve en el concierto de la estrella pop del momento si no hay una foto mía en ese foro? ¿Cómo demostrar que subí a la cima de la montaña?
Una fotógrafa me contó un día que sus mejores fotos sólo estaban en su mente. Sólo tiene que cerrar los ojos para acceder a ese instante en que una mujer llora junto a su hijo.
El día que te miré por última vez, con 30 kilos menos en tu ataúd, no quise dejar ningún registro “en línea”. Sabía que así, nadie me preguntaría nada. No habría reacción alguna, sólo silencio.
La digitalización agrava la atrofia del tiempo, escribe el filósofo Byung-Chul Han en su libro La crisis de la narración y agrega: “La realidad se desintegra en informaciones, cuyo margen de actualidad es muy reducido. Las informaciones dependen del acicate de la sorpresa. De este modo, fragmentan el tiempo. También se fragmenta la atención".
El acicate de la sorpresa. ¿Ante la omnipresencia de la inteligencia artificial, las guerras, la crisis climática, y la fragilidad de los vínculos, qué logrará sorprendernos?
POR DANIEL FRANCISCO
Subdirector de Gaceta UNAM
@dfmartinez74
MAAZ