Sinestesia

El flâneur digital

El término acuñado por Baudelaire parece sucumbir ante el reinado del algoritmo

El flâneur digital
Tomás Lujambio / Sinestesia / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

En 1858, el poeta francés Charles Baudelaire dio forma al concepto de flâneur para describir a aquel artista que disponía del ocio suficiente para vagar por la ciudad y examinar el caos de la modernidad. Baudelaire argumentaba que el flâneur convertía el naufragio urbano en un paseo que permitía comprender la angustia de la época sin necesidad de evadirla. Ahora bien, aunque la idea ha sido adoptada por múltiples artistas, la forma del flâneur ha mutado con el tiempo. 

Para 1982, por ejemplo, Walter Benjamin identificó que la homogeneización de la vida urbana acelerada por el capitalismo había precipitado su decadencia. Para el filósofo alemán, las nuevas formas de consumismo y el ritmo de vida promovido durante el capitalismo habían convertido esa misma actitud ociosa y contemplativa del flâneur en una actitud dócil centrada en el consumo y la producción. 

Sin embargo, a finales del siglo XX, el navegante del internet volvió a recordar al flâneur baudelairiano que demostraba, según Hugo Friedrich, “la facultad de ver no solo la decadencia del hombre, sino también una belleza hasta entonces no descubierta”. De pronto, la curiosidad del flâneur migró al entorno virtual, las direcciones electrónicas sustituyeron a las avenidas y el navegador reavivó aquel espíritu baudelairiano que encontraba interés incluso en lo aparentemente trivial.

Desafortunadamente, las herramientas de inteligencia artificial parecen estar domesticando el espíritu aventurero del nuevo flâneur digital. Hoy en día, los usuarios ya no parecen navegar por internet con la intención de asombrarse o comprender su realidad, sino con la resignación de alguien dispuesto a delegar su exploración a un algoritmo que se beneficia de controlarla. 

Actualmente, accedemos a internet con la intención de evadir la realidad, no con la curiosidad de entenderla. Por ello, se vuelve indispensable adoptar la misma actitud que Silvia Acierno identifica en Baudelaire: una actitud que no huye de su modernidad, pero que “tampoco se deja arrastrar por sus amenazas”. Aunque no encontremos la forma de escapar de la esfera digital, por lo menos tenemos que encontrar la disposición de habitarla con criterio, integridad y, por qué no, curiosidad artística.

POR TOMÁS LUJAMBIO

COLABORADOR

@TLUJAMBIOT

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