En 1978, un artículo publicado en el Washington Post marcó el inicio de una metáfora que perseguiría a generaciones de mujeres profesionales. “The Clock is Ticking for the Career Woman”, escrito por el periodista Richard Cohen, introdujo el concepto del “reloj biológico” en el discurso público, una idea que rápidamente se transformó en una herramienta de presión social sobre las mujeres trabajadoras.
Esta metáfora coincidió con la creciente incorporación de las mujeres al mundo profesional en la década de los setenta: era un recordatorio patriarcal constante de que, independientemente de sus logros laborales, su deber principal seguía siendo la maternidad… y el tiempo corría en su contra. El término se convirtió en un mecanismo de control social para favorecer roles y estereotipos de género; algunos de ellos, como el de la cuidadora o la sumisa han sido socialmente asociados como naturales a la maternidad, un cautiverio en el lenguaje de Marcela Lagarde.
Las estadísticas actuales son contundentes: las madres enfrentan significativas desventajas en el ámbito laboral. Según estimaciones de la Organización Mundial del Trabajo, en México ellas ganan 33.2% menos que las mujeres sin hijas o hijos. Esta brecha salarial se ve incrementada si se considera que las madres deben cubrir los costos de servicios de guardería y perder salarios por ausencias que el sistema no les justifica cuando se trata de atender asuntos familiares. Los cuidados pasan factura… y también hacen llorar, para citar al revés a Shakira.
Mientras tanto, las mujeres que priorizan su carrera y posponen o descartan la maternidad frecuentemente enfrentan estigmatización social y cuestionamientos sobre sus decisiones personales.
Aunque se habla poco de su intersección, la desmitificación del reloj biológico y sus cargas es uno de los componentes para avanzar en la construcción de autonomía económica, pilar del combate a todas las formas de violencia contra las mujeres. Sean madres o no, la dependencia financiera es la principal razón por la cual las mujeres no pueden romper el ciclo en un hogar agresor.
El único reloj que debería apurarnos colectivamente es el de la unión de fuerzas desde el sector público y privado a favor de crear condiciones habilitadoras de independencia para las mujeres, sea en su autonomía física o en la económica; ambas pueden tener una relación virtuosa o viciosa. Tic tac, el tiempo se va.
POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
@MAELENAESPARZA
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