El reciente caso de Carlota "N", una mujer de la tercera edad que asesinó a dos hombres en Chalco, Estado de México, ha puesto sobre la mesa una dinámica social vista de manera constante en la sociedad mexicana: la velocidad con que se emiten juicios sin preocuparse demasiado por el contexto.
La reacción colectiva frente al caso Carlota es un claro ejemplo de cómo, a menudo, basta con saber lo básico para que las redes sociales y la sociedad en general dicten sentencias inmediatas. Carlota, para muchos, no necesitó contexto. La historia encajaba perfectamente con narrativas ya establecidas: la mujer adulta mayor defendiendo su propiedad frente a supuestos invasores. Sin demora, las redes celebraron el acto, volviéndola una heroína sin detenerse a profundizar en los detalles. El caso todavía sigue fresco, con varias versiones rondando en los medios, pero la gente ya se posicionó.
Este apresurado posicionamiento revela algo importante: el deseo de simplificar las historias para que encajen en ciertas visiones sobre justicia, castigo y la situación en general es tan poderoso que anula cualquier intención de reflexión crítica.
La facilidad con que las tragedias se convierten en relatos de buenos y males evidencia una preocupante pérdida de sensibilidad ante la complejidad humana. De hecho, muchos cuestionarían el calificarlo como una tragedia. Celebrar la muerte como una victoria hace a uno preguntarse sobre cómo se está entendiendo la forma de abordar la justicia y el conflicto.
Se ha perdido el tiempo para entender qué motivó cada acción. El presente actual demanda juicios inmediatos. ¿Qué sabemos realmente sobre las circunstancias que llevaron a Carlota a apretar el gatillo? ¿Conocemos a fondo la situación de las víctimas, sus motivaciones o su relación previa con la mujer? No hay versión oficial todavía, solo las versiones de diferentes partes. Cada uno decide qué creer.
El caso Carlota, finalmente, no es una excepción, sino una muestra más de una tendencia que se está observando en la sociedad actual: reaccionar primero, comprender después (si es que alguna vez llega a ocurrir). Mientras tanto, la historia sigue abierta, aunque para muchos ya está decidida. Las opiniones ya expresadas difícilmente cambiarán, aun cuando nuevos datos salgan a la luz. En ese sentido, el caso se convierte también en un espejo que refleja de manera clara cómo la sociedad actual está posicionándose ante la percepción de que la autoridad no está haciendo su trabajo. Ya no se trata del hecho en sí, sino de cómo éste se inserta dentro de nuestros propios prejuicios, ideas preconcebidas y necesidad inmediata de certezas rápidas.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
MAAZ