La reforma judicial, impuesta por el capricho de un hombre y sellada en la Constitución, nos arrastra a un domingo electoral que pocos esperábamos. La primera parte de esta historia ya dejó claro el panorama: un proceso caro, complicado y seguramente con poca participación ciudadana.
Las boletas serán un laberinto, las casillas escasas y los votos contados por funcionarios, no por vecinos. Morena consolidará su dominio y los improvisados llegarán al Poder Judicial. Pero ahora, enfrentemos lo que está en juego y por qué, a pesar de todo, nuestra presencia en las urnas puede marcar la diferencia.
El control de la justicia no es un tema menor. Si los ciudadanos nos quedamos al margen, los vacíos los llenarán quienes ya mueven sus piezas. Los partidos, con sus ejércitos de acarreados, asegurarán sentencias a modo. Las transnacionales financieras, con su poder económico, buscarán jueces mercantiles que sirvan a sus intereses.
Los sindicatos, con su maquinaria, impondrán magistrados laborales que les sean leales. Y los cárteles, con su influencia siniestra, apostarán por jueces penales que miren hacia otro lado. Hasta los despachos legales, con sus redes de contactos, maniobrarán para colocar a sus aliados en los tribunales civiles y familiares.
Este escenario no es una exageración; es la lógica de un sistema donde el poder busca perpetuarse. La reforma, nos guste o no, es un hecho. Pero no todo está perdido. Votar, aunque sea por “los menos malos”, es un acto de resistencia.
Es negarnos a ceder por completo el futuro de la justicia. Cada sufragio cuenta como un dique frente a la marea de intereses que pretende ahogarnos. No se trata de idealismo, sino de pragmatismo: si no participamos, otros decidirán por nosotros.
El proceso será un caos, sí. Las filas largas, las boletas confusas y las casillas lejanas desanimarán a muchos. Pero quedarse en casa es rendirse antes de pelear. La justicia, aunque hoy parezca una quimera, no mejorará si dejamos que los dados los tiren otros. Votar no garantiza un milagro, pero es un paso para evitar que el desastre sea total.
La columna que publicamos el viernes en este espacio mereció opiniones encontradas; desde no acudiré a esa farsa, hasta no me pierdo la oportunidad histórica de ir. Desde por ningún motivo le haré el caldo gordo a este Gobierno, hasta primero muerto antes de votar.
Piénselo, si los dados los tiran otros, será peor.
Colofón:
+ Los récords, más allá de si nos gusta o no esa actividad deportiva, le demuestran a la humanidad que lo que parecía imposible sí se puede lograr.
+ Rory McIlroy ayer conquistó el codiciado Gran Slam; es decir ya logró ganar los cuatro torneos grandes en su carrera: US Open (2011), Campeonato de la PGA (2012 y 2014), Abierto Británico (2014) y el Masters de Augusta (2025).
+ Aprecio muchísimo sus muestras de cariño en esta Semana Mayor, cuando alcanzamos ya los 54.
POR GUSTAVO RENTERÍA
COLABORADOR
GUSTAVO@GUSARTELECOM.COM.MX
X: @GUSTAVORENTERIA
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