Cada vez en mayor medida, y con mayor soltura, se deslizan críticas hacia el sexenio que se fue. Nadie públicamente -aun- en la 4T pone en duda el liderazgo de López Obrador, aunque más allá de los dichos, en los hechos cada vez son más visibles y marcados los contrastes entre la presidenta Sheinbaum y su antecesor. No solo es un asunto de estilo y forma, sino de fondo.
Desde luego nadie espera una ruptura a estas alturas del partido, ni una confrontación, y por supuesto es natural que haya estilos propios para tomar y gestionar decisiones, pero es llamativo que las diferencias asomen tanto la cabeza cuando el sexenio apenas cruzó la aduana de los seis meses.
Es evidente las distancia, por ejemplo, entre la actual estrategia de combate a la violencia y el fracaso de los ‘abrazos, no balazos’, que derivó en un baño de sangre. Rubro por rubro, de las detenciones a los decomisos y operativos, es notorio el cambio. Para no ir más lejos: si antes se negaba la exigencia de laboratorios de fentanilo, en lo que va de la actual administración se han destruido decenas de ellos. Vaya, hasta el gobierno de Trump ha aplaudido lo hecho por el secretario de Seguridad Omar García Harfuch y han reconocido que el tráfico de fentanilo desde México disminuyó sustancialmente. Los mismos funcionarios estadounidenses que ahora aplauden, como el secretario de Estado Marco Rubio, antes criticaron a López Obrador por “entregar partes del territorio” a los cárteles del narcotráfico.
Es también muy visible el viraje en el sector salud. A pesar de que AMLO aseguró que su sexenio terminó con “el mejor sistema de salud pública del mundo”, uno incluso “mejor que el de Dinamarca”, la presidenta decidió modificar el esquema de compra de medicamentos para terminar con el desabasto de medicinas, que creció como nunca en la historia en el gobierno que le antecedió.
Los volantazos que evidencian el contraste están en muy distintos ámbitos, como la operación de Mexicana o la obra faraónica de la megafarmacia, que ha quedado ya en anécdota. Pero ninguno ha sido tan marcado, como el evidenciado por la crisis de desaparecidos.
No es un secreto que durante el gobierno de AMLO desaparecieron más mexicanos que en ningún otro gobierno. En promedio, uno cada hora. El expresidente abofeteó con las palabras a los colectivos de búsqueda y metió en la canasta de sus adversarios a las madres buscadoras, a quienes jamás recibió ni escuchó. El gobierno de Sheinbaum, por el contrario, se ha reunido con ellas a lo largo de esta semana. La secretaria de Gobernación se sentó a la mesa a escuchar su dolor, historias e ideas.
“No habíamos tenido este acercamiento con el gobierno federal”, dijo Indira Navarro, del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco (el mismo que localizó el rancho Izaguirre en Teuchitlán), el pasado lunes.
Ese mismo día, la secretaria dijo en entrevista en El Heraldo de México, con el director editorial de esta casa, Alfredo González que el gobierno está “comprometido” con el tema y cuando concluya el sexenio “habrá un registro” fiel, como hoy no lo hay. La titular de Bucareli dio aquel día otra entrevista y, desde La Jornada, lanzó un dardo: “no existe en México una cifra real de desaparecidos”. Fue un golpazo a la línea de flotación del lopezobradorismo. Lo dijo a través del medio más afín a la 4T, en primera plana.
Los contrastes con AMLO, suben de tono. Y apenas vamos en el mes seis del sexenio.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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