El presidente Donald Trump reculó sin dar marcha atrás en su amenaza de imponer aranceles a sus socios en el tratado, México-Estados Unidos-Canadá, (T-MEC) y pospuso, hasta el 2 de abril, la ejecución de sus medidas punitivas.
La decisión estadounidense, al menos en el caso de México, ocurrió luego de lo que el propio Trump calificó como una buena conversación con su contraparte mexicana, Claudia Sheinbaum, que durante una llamada telefónica le recordó que México colaborará con Estados Unidos en algo que afecta al pueblo mexicano. Trump señaló que la conversación había sido positiva.
"Lo hice como un arreglo y por respeto a la presidenta Sheinbaum. Nuestra relación ha sido muy buena y estamos trabajando duro, juntos, en la frontera, tanto para evitar que los extranjeros ilegales entren en Estados Unidos como para detener el fentanilo", añadió Trump. "¡Gracias a la presidenta Sheinbaum por su arduo trabajo y cooperación!"
Se esperaba de hecho, como dijo el secretario de Comercio Howard Lutnick, que hubiera medidas similares respecto a Canadá, que adoptó ya medidas activas de represalia comercial en medio de una furiosa reacción canadiense a críticas de Trump y su pésima relación personal con el primer ministro canadiense Justin Trudeau.
La pausa estadounidense no es gratuita ni definitiva, a menos que el costo político lo obligue a mantenerla, aunque sigue sin quitar el dedo del renglón en temas de seguridad y narcotráfico. De hecho, los primeros impactos en el costo de vida se planteaban como considerables, con el consecuente efecto en su popularidad y sin contar aspectos negativos para la economía. Pero igualmente, al torpedear prácticamente, el T-MEC consolidó las sospechas sobre la confiabilidad de Estados Unidos.
Hace una semana, en una callada discusión, televisada al mundo, Trump y su vicepresidente J.D. Vance chocaron con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, al que acusaron de "ingrato" por no aceptar entusiastamente un acuerdo de paz negociado por el gobierno Trump con el régimen del presidente ruso Vladimir Putin, sin participación ucraniana o europea, que, en cambio, le habría dado a Estados Unidos literalmente la propiedad de la mitad de la reserva ucraniana de tierras raras. Para el miércoles, no sólo habían cancelado la entrega de armas en camino, sino también la información de inteligencia sobre movimientos de tropas rusas.
Aunado a las presiones a los aliados europeos para que incrementen su gasto militar, y hasta amenazas, en algún momento de no defender a los países que no lo hicieran, los europeos se preparaban por su parte, no sólo a incrementar su presupuesto de defensa, sino también probablemente a invertirlo en su propia industria militar.
Más allá de cualquier otra cosa y de los problemas domésticos causados por la precipitación de sus intentos de reforma, Trump ahora enfrenta la necesidad de reconstruir la confianza con sus aliados y socios comerciales.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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@CARRENOJOSE
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