En las últimas décadas, solía hablarse de Washington como la ciudad más importante del mundo, pero también como el centro de una corte sin rey. Al menos hasta ahora.
Hace unos 22 años, durante los momentos más intensos de las expresiones de afecto personal y político entre los presidentes George W. Bush y Vicente Fox, tuve la oportunidad de conversar con John Maisto, encargado entonces de temas de América Latina en el Consejo Nacional de Seguridad (NSC) y preguntarle por qué pese a la evidente buena relación que se daba entre los dos países, no había más acuerdos documentados.
La respuesta fue simple: "el Presidente ya expresó su interés y la burocracia tomó nota". Esa respuesta hoy tendría connotaciones verdaderamente siniestras. Si las actitudes del ahora presidente Donald Trump hacia el mundo en general y sus vecinos, México incluido, en particular, podrían ser un mal augurio, sus acciones son hechos. Hoy, Estados Unidos está en una literal guerra comercial con Canadá, que hasta hace un mes era su aliado más sólido y están en rumbo de choque con México.
Trump está en el centro de una polémica política dentro y fuera de Estados Unidos. Ciertamente, es cada vez más criticado por su estilo autoritario, vengativo y partisano en lo doméstico, imperioso y hasta cruel en lo internacional.
Pero parece mantener un muy fuerte lazo con sus partidarios. Su retórica es especial en la desplegada durante su primer discurso sobre el estado de la Unión, pero a solo 32 días de haber asumido la Presidencia, fue sobre todo dirigida a sus seguidores, para subrayar cómo ha buscado cumplir sus promesas. Pero el costo de algunos de esos ofrecimientos de campaña es negativo para el interés más general del propio Estados Unidos y, de hecho, de sus alianzas comerciales y políticas.
Trump ha puesto la "orden de postguerra" en "soporte vital", dijo Richard Haass, un veterano diplomático y ahora presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, a la cadena Radio Pública Nacional (NPR) estadounidense.
"Estoy acostumbrado a que los imperios o las órdenes se derrumben", apuntó. "Estoy acostumbrado a que se vean abrumados. Nunca he visto… al país que lo creó y lo mantuvo desmantelándolo. Y eso es exactamente lo que estamos haciendo".
Trump se queja, sin embargo, de que el orden internacional está cargado contra Estados Unidos. Por lo pronto, la política lo ha llevado a alejarse de sus aliados tradicionales de Europa, preocupados ahora por su aparente acercamiento con el presidente ruso Vladimir Putin, al que atribuyen intenciones agresivas. De hecho, Europa ya inició un proceso de rearme, primero como resultado de presiones del propio Trump en su primer periodo (2016-2020), pero ahora por desconfianza en el respaldo de Estados Unidos.
Los presidentes de Estados Unidos pasaron años en la construcción de una red de alianzas y coaliciones que ahora se fracturan para realzar la figura doméstica de Trump.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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@CARRENOJOSE
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