Escribo estas líneas, queridos lectores, a media tarde del lunes 3 de marzo, cuando todo indica que las amenazas de Donald Trump se harán realidad. Tantas veces lo ha reiterado que sería ya políticamente muy costoso para él dar marcha atrás, si bien todos los indicadores económicos (y el sentido común) le señalan que debería detenerse.
Pero como bien sabemos, con Donald Trump no hay sentido común que valga.
Cuando usted lea este artículo, sabrá si finalmente entraron o no en vigor los aranceles de 25% a los productos mexicanos y canadienses que ingresen a EU. La fecha límite, escogida por Trump, no es casualidad: en la noche del 4 de marzo dirigirá un mensaje a la nación, ante una sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso. Una suerte de “State of the Union” sin serlo, una muestra más de la personalidad ególatra -por no decir megalomaníaca-, del presidente estadounidense.
La reiteración cotidiana de las amenazas, y su virtual confirmación en boca misma de Trump en una rueda de prensa por la tarde del lunes, han provocado una fuerte caída en los índices bursátiles estadounidenses, además de que los indicadores de desempeño de la economía se han tornado aún más pesimistas: la Reserva Federal interrumpió la cadena de bajas a las tasas de interés ante el probable repunte inflacionario provocado por los aranceles, mientras que el pronóstico de crecimiento del PIB apunta hacia abajo. El banco de la reserva federal de Atlanta estima que en el primer trimestre, la economía de EU se contraerá un 2.8%.
Así que Trump tendrá muy poco que presumir en lo económico, que se supone es su fuerte, por lo que sólo le quedará intentar mostrar músculo con su cambio de política hacia Ucrania, evidenciado en la catastrófica visita de Volodímir Zelensky a la Casa Blanca; en su cruzada -encabezada por Elon Musk- para achicar al gobierno federal y, finalmente, en su por demás miope estrategia arancelaria.
El gobierno canadiense, mucho más maltratado por Trump que el mexicano, ya anunció que responderá recíprocamente: ojo por ojo y arancel por arancel. En cambio, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha optado por bajar el volumen a la retórica y guardarse su respuesta hasta que no se concrete la acción de Trump. Una acertada estrategia, si consideramos que a los gritos y sombrerazos no hay quien le gane al estadounidense (si lo dudan pregúntenle a Zelensky) y que es perfectamente capaz de cambiar de opinión en el último minuto.
Pero no por ello son menores la preocupación y el desazón: apenas hace unos días se hizo entrega de 29 capos del narcotráfico, una muestra mayúscula de voluntad de colaboración y coordinación, mientras que las cifras de cruces fronterizos se han desplomado y la de decomisos de fentanilo también han disminuido significativamente.
Si al final se concreta la amenaza, el Gobierno de México tendrá que responder en lo inmediato con prudencia y cautela, pero en el mediano y largo plazo deberá preguntarse si con este vecino se puede avanzar en algo.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC
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