Comencemos diciendo que la fibromialgia se considera un síndrome o trastorno, síndrome porque se compone de un conjunto de signos y síntomas que se presentan juntos, mientras que trastorno por considerársele como la alteración de una función física o mental. Desafortunadamente es cada vez más frecuente encontrar referencias a nivel médico o psicológico en donde dichos profesionales de la salud la consideran como un padecimiento común en nuestro país y otros del mundo.
Si hablamos a nivel físico, la función del médico será analizar los signos y síntomas reportados por el paciente y si éste no logra describir de manera clara la ubicación de origen, desenlace, duración de la sensación del dolor o presenta dolor generalizado a nivel musculoesquelético de manera continua y crónica; además, acompañado lo anterior con alteraciones del sueño y agotamiento físico. Dichos signos y síntomas, al no encuadrar con los criterios diagnósticos específicos para enfermedades tipológicas, se tiende a encasillar como fibromialgia
Para el tratamiento de pacientes a quienes se considera padecen fibromialgia se les suministra antidepresivos tricíclicos, acompañado de soporte psicológico y de terapia física como parte integral del manejo clínico.
Por su parte, los reportes de intervención psicológica en la fibromialgia han buscado comprender el cuadro sintomatológico además del impacto en la vida cotidiana de las personas que la padecen. Los registros que podemos encontrar por el momento muestran que se utilizan estrategias de intervención cognitivo conductual para ayudar a la persona que solicita apoyo a manejar el stress, los pensamientos negativos y el círculo vicioso entre el dolor, la ansiedad y el dolor; además de lograr su adhesión a la actividad física.
Todo lo anterior seguramente son buenas intenciones de ayudar a las personas con dolor crónico a encontrar estrategias que le ayuden a vivir mejor su día a día, pero se quedan cortas.
Hoy te estoy hablando de este tema porque me resulta de lo más interesante que hagamos una comparativa paralela con los tiempos de Sigmund Freud (1856-1935) en donde no lograban encuadrar la sintomatología de las mujeres de la época y se encasillaron en el conocido trastorno “histeria” para la que se utilizó, como forma de tratamiento, el desahogo genital en donde el médico tratante debía ayudar a sus pacientes a lograrlo. De ahí surgió el desarrollo de los consoladores.
Aunque hay registro de algunos hombres que lo padecen, es para variar en realidad un trastorno diagnosticado mayormente a las mujeres.
Es por esto que te escribo a ti, mujer. Habla de tu dolor porque éste puede ser físico o mental pero muy probablemente también tiene tintes emocionales; piensa en tus emociones, une con tu pensamiento y relaciona con las sensaciones de tu cuerpo. Cuídate, ámate, escúchate y obsérvate para que logres relacionar el inicio, desarrollo y desenlace de tus dolencias, y ya sean físicas, mentales o emocionales, logres encontrar la alternativa de solución idónea para ti.