La escena expandida

Provocación, la fórmula de Fabián Cháirez

En la historia del arte han existido momentos de verdadera censura, quema de obras, de libros, de manuscritos y otras creaciones, pero no es este el caso del pintor mexicano

Provocación, la fórmula de Fabián Cháirez
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

La censura del arte es en todo sentido condenable; toda vez que si tuviéramos que negar todo aquello que nos es incómodo, tendríamos que destruir o encerrar bajo llave un porcentaje alto del patrimonio artístico de la humanidad.

Pero el caso de Fabián Cháirez, chiapaneco de 38 años de edad, que en 2019 se hizo popular por la polémica que desató la pintura de Emiliano Zapata con zapatillas de tacón, montando un caballo blanco, en una pose muy lejana a la del macho revolucionario, es particular.

En febrero de este 2025 otra vez fue noticia porque una asociación  lo denunció por atentar contra los valores católicos en la exposición “La venida del señor”,  cuyo doble sentido en el título, nos dice de qué va el tema de sus obras exhibidas en la Antigua

Academia de San Carlos, de la UNAM y que cerró el 7 de marzo. Lo que debiera ser un suceso en el que se discutieran los valores artísticos de las obras, éstas se vuelven valiosas en sí mismas por el hecho del intento de la prohibición.

Cháirez repite el espectáculo que ofreció con la imagen de Zapata, que vendió a muy buen precio, a pesar de que la pieza en términos artísticos no tuviera mayor cualidad que la búsqueda del escándalo.

Es grave como el arte se convierte en espectáculo y lo que se vende es este último.
Las obras ya no tienen que pasar por un análisis riguroso, ya que con la fórmula del escándalo se vuelven célebres, lo que ya es común en la cultura de nuestro tiempo.

Pero recordemos que la celebridad no es sinónimo de una suma de cualidades, sino de una enorme cantidad de likes que le dan valor a algo que no lo tiene.

Pero regresemos al tema de la censura. En realidad la acción jurídica de la asociación que se manifiesta en contra de la exposición le hace un favor a las obras, las visibiliza antes de que ellas mismas se ganen un lugar a través de someter los valores de la pintura a un público.

En la historia del arte han existido momentos de verdadera censura, quema de obras, de libros, de manuscritos y otras creaciones. Pero no es este el caso de Cháirez, quien apuesta a que todo le saldrá bien, y que al volverse célebres las piezas encontrarán a sus compradores, que harán ofertas más que jugosas para unos cuadros sobrevalorados; como ocurrió con el Zapata.

Los medios y los críticos participamos de la trampa; atendemos el escándalo y le damos al artista lo que está buscando: ser una celebridad, que elude con el espectáculo el análisis serio sobre la cuestión que, desde mi punto de vista, debería ser lo de verdadero interés: lo artístico.

Pero el escándalo mediático, cómo fórmula, la provocación que asegura la polémica, son en todos sentidos convenientes al artista.

No es el análisis riguroso sobre los valores de la pintura lo que genera la polémica; las obras se hacen con la intención de poner en marcha el mecanismo de la polémica mediática, para colocar las obras en el mercado de un arte.

Cháirez no es el primero ni el último en recurrir a este recurso para tener lo que entienden por éxito.
Seguramente habrá Cháirez hasta que su espectáculo deje de ser efectivo y la crítica le entre con rigor al estudio y análisis de sus obras.

Hasta que eso no ocurra no podremos referirnos con seriedad a sus cuadros y a las cualidades creativas del autor.  Por ahora le podemos reconocer la habilidad para hacer de su quehacer una provocación obvia, que está lejos de proposiciones verdaderamente contestarias y trascendentes, como lo fue el cine de italiano Pier Paolo Pasolini o las obras literarias del Marqués de Sade.

Lejos, muy lejos está Cháirez de estos artistas detractores de sistemas autoritarios, críticos de su tiempo, haciendo de sus obras, para ellos, procesos de vida o muerte.

He visto las obras de Cháirez. Sus imágenes, en lo personal, no me resultan ni medianamente revolucionarias y como discurso en el arte contemporáneo las encuentro artificiales y efectistas. Nada de qué sorprenderse. 

Está muy bien que se expongan estas obras, pero también sería deseable que la maquinaria mediática dejara de ser el termómetro del estudio del arte y que este sea abordado con rigor y seriedad.

POR JUAN HERNÁNDEZ

COLABORADOR

TW: @ISLAS33 / IG: @JUANHERNANDEZ4248

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