Europa impulsa un giro histórico hacia un nuevo paradigma: el del rearme estratégico. Frente a un escenario internacional dominado por la incertidumbre y el desvanecimiento de alianzas tradicionales, la Unión Europea ha dado los primeros pasos para fortalecer sus capacidades defensivas; pero, ante todo, para redefinir su posición en el tablero global.
Hace un año, en estas páginas (Trump y la OTAN: ¿quién defenderá Europa?), anticipé la conveniencia de que el bloque europeo redujera su dependencia de los recursos y la voluntad estadounidenses. Lo que entonces era deseable y conveniente, se ha vuelto urgente y necesario.
El deterioro de la alianza trasatlántica y el empoderamiento de Rusia han sido los factores decisivos para que la UE reconozca su defensa como una prioridad impostergable. La aprobación del plan ReArmar Europa —que contempla 800 mil millones de euros para la defensa continental— evidencia una transformación en la autopercepción geopolítica del bloque: Europa no renuncia a su convicción pacifista, la reivindica con una inversión histórica para asegurar su seguridad y estabilidad.
Cada vez es más claro que, tarde o temprano, Washington dejará de ser el garante de la seguridad europea. La posición de Donald Trump frente al conflicto en Ucrania —considerada por muchos una simple traición— fue el punto de inflexión que obligó al continente a asumir su propia defensa como una responsabilidad existencial. Y su autonomía respecto de EE. UU. como un “interés de Estado”, en palabras del próximo canciller alemán, Friedrich Merz.
No obstante, el proceso de rearme se desarrolla en un complejo contexto político. En Alemania, el partido de extrema derecha AfD obtuvo 20% de la votación en las recientes elecciones. En Rumania, el Tribunal Constitucional anuló los pasados comicios presidenciales por la injerencia rusa en favor del ultranacionalista Calin Georgescu. En Francia, una endeble alianza política ha impedido que el Frente Nacional llegue al poder, pero su avance en las preferencias ha sido constante. En distintas trincheras, el nacionalismo y el euroescepticismo amenazan la cohesión necesaria para consolidar una estrategia defensiva común.
En sus implicaciones globales, el plan de rearme europeo es mucho más que una serie de medidas de seguridad regional. Es una posición de liderazgo renovado y un llamado a defender los valores europeos que están bajo amenaza desde distintos frentes: democracia, libertad y estado de derecho. Una visión manifiesta en la declaración del presidente francés Emmanuel Macron: “Europa debería redescubrir el gusto por el riesgo, la ambición y el poder”.
Así, la potencial emergencia de Europa como un polo autónomo de poder se suma a los factores que están redefiniendo el sistema internacional. Una reconfiguración histórica de los equilibrios geopolíticos frente a la cual México no puede ni debe permanecer indiferente. En la transición hacia el nuevo paradigma, tenemos la oportunidad de ampliar, profundizar y fortalecer nuestros lazos con la UE: un poderoso aliado en la defensa del multilateralismo, la seguridad colectiva y el derecho internacional.
El rearme europeo no es un asunto exclusivo de ese continente, es una de las grandes tendencias que definirán al mundo del siglo XXI. México está llamado a asumir un rol propositivo en la construcción de ese nuevo orden internacional.
POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
DIPUTADA FEDERAL
MAAZ