El síndrome de la rana hervida es una metáfora que ilustra cómo ante amenazas que aumentan gradualmente, nos volvemos incapaces de responder. Es simple: si sumerges una rana en agua hirviendo, saltará de inmediato para salvarse. Si la colocas en agua fría, elevando la temperatura gradualmente, se adaptará al cambio hasta cocerse sin darse cuenta.
En México por seis años hemos visto cómo aumenta la temperatura en temas críticos.
El más evidente es la expansión de la delincuencia organizada como consecuencia de la tolerancia durante la administración pasada. La política de no confrontación tuvo su más gráfico ejemplo en la instrucción de liberar a Ovidio Guzmán en el Culiacanazo. Desde entonces, en Sinaloa como en otros lugares del país, la delincuencia ha extendido su control sobre la economía atemorizando y violentando a la población, apostando a que la autoridad poco o nada haría para contenerla.
Normalizar la convivencia con el crimen organizado lo fortaleció y debilitó el control del Estado en diversas regiones. Que Sinaloa lleve medio año en lo que en otros países podría equipararse a una guerra civil, es el resultado de no actuar con contundencia y dejar que el problema creciera lentamente. Nefasta herencia para la presidenta Sheinbaum, quien ha mostrado determinación para recuperar la gobernabilidad y empezar a limitar la actuación de la delincuencia.
Bajo el lopezobradorismo, el desprecio a la legalidad se intensificó con el paso del tiempo. La primera alarma fue la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, pero las críticas se acallaron y poco a poco se extinguieron. Poco hicimos después cuando caprichosamente se sepultaron inversiones y contratos, o se atacaba desde la mañanera. O cuando la aplanadora legislativa del oficialismo desmanteló las instituciones de la transición democrática, culminando con el golpe al Poder Judicial. El agua hervía y nadie reaccionó a tiempo.
En los estados democráticos hay distintos contrapesos. Institucionales como los partidos políticos, y fácticos como los medios de comunicación y el sector empresarial. Lamentablemente, en la medida en que subía la temperatura del agua, esos contrapesos se adaptaron acallando su voz, dejando de advertir riesgos y de actuar para que se corrigiera el rumbo. Unos eligieron creer que nada pasaba, otros se acomodaron, otros más no terminan de encontrar su brújula y su voz.
La presidenta parece haber decidido cierto cambio de rumbo antes de que el agua hierva más, buena noticia. Mejor aún sería que todos encontráramos voz y decisión para asegurar que la trayectoria en muchos de esos temas no se desvíe otra vez.
CUMULONIMBUS. “Errar es humano, perseverar en el error es diabólico”, San Agustín.
POR BOSCO DE LA VEGA
PAL