Columna Invitada

Hacer un México más próspero: repensar en una diversificación de sus oportunidades y sus socios comerciales

Lo que el mandatario estadounidense busca es disminuir el déficit comercial, repatriar empresas, sustituir importaciones y generar empleos

Hacer un México más próspero: repensar en una diversificación de sus oportunidades y sus socios comerciales
Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La mañana del pasado domingo 2 de febrero del presente año, los mexicanos, canadienses y chinos, además de la sociedad internacional en general, despertaron con la confirmación de un paquete de aranceles impuestos de manera unilateral por parte del gobierno de Estados Unidos al que su presidente, Donald Trump, le pareció el momento adecuado para empezar a cumplir con sus promesas de campaña y hacer a su país de nueva cuenta grande y próspero.

La pregunta fundamental en este sentido es obvia: ¿cuáles serán los efectos que tendrá esta nueva guerra comercial y qué podríamos hacer para afrontarla de mejor forma? En primer lugar, habría que entender que la excusa tantas veces referida, del tráfico de fentanilo o la persecución de los cárteles es sólo eso, una excusa. En la narrativa trumpista es sustancial construir un enemigo que ayude a justificar las medidas que se proponen implantar hacia México y Canadá en aras de asegurar sus fronteras y proteger (según él) a sus ciudadanos. Este último aspecto, además de ser evidentemente un argumento tramposo y parcialmente cierto, es ágil en su maniqueísmo, y profundamente mediático en su discurso, además de ser notoriamente populista.

Al margen de Trump, era imprescindible que el gobierno entrante asumiera una estrategia más decidida en contra de la delincuencia organizada. Pero es evidente que, esa no es la razón de la imposición de tarifas, no en este caso. Y el castigo a Canadá lo visibiliza con creces.

Lo que el mandatario estadounidense busca es disminuir el déficit comercial (nos compran más de lo que nos venden), repatriar empresas, sustituir importaciones y generar empleos. Por lo menos, esa es una parte esencial del discurso con el que consiguió llegar a la presidencia, y muy probablemente él mismo está convencido de ello. Trump no puede dejar de enviar mensajes a su base electoral y esta es la forma de hacerles saber que cumplirá con sus promesas.

La pregunta de fondo es, si se trata de un régimen tarifario temporal, de mediano plazo o definitivo. Sólo el tiempo lo dirá y evidentemente el comportamiento o contracción de los mercados internacionales habrá de ser un indicador que ayude a conservar, o no, esa estrategia.

Lo cierto, es que, sea una cosa u otra, es un paso en una dirección contraria al proceso de integración que Estados Unidos favoreció con México durante tres décadas. Cuán profundo vaya a ser este bandazo, probablemente ni el mismo Trump lo sabe, entre otras cosas, porque las tres naciones y el mundo entero se encuentran en un terreno inédito. Es tal la intriga de intereses que sus efectos apenas pueden vislumbrarse, y mucho menos, descifrarse en poco tiempo.

Lo que sí es seguro es que encarecer las mercancías procedentes de México no generará su producción en suelo estadounidense de manera automática, de hecho, podría retrasar aún más ese proceso encareciendo más los precios finales para sus consumidores.

Por otro lado, hay muchas exportaciones mexicanas cuya competitividad supera 25 por ciento de gravamen; es decir, seguirán siendo más baratas que intentar producirlas en Estados Unidos. La diferencia en costo de la mano de obra entre Estados Unidos y México es de cinco a uno.

La media del salario por hora allá ronda los 20 dólares, mientras en México equivale a cuatro dólares considerando, no el salario mínimo, sino los 17 mil 200 pesos mensuales promedio de los trabajadores inscritos en el IMSS, si este tabulador se observa hacia niveles inferiores por supuesto que las diferencias son estrepitosamente más notables.

Pero otro aspecto (y quizás el que más debe considerarse en estos momentos), son las oportunidades que esta clase de situaciones podrían generar para muchos sectores productivos de la economía nacional, pero, sobre todo, para diversificar el portafolio de inversiones y exportaciones que México tiene actualmente. En primer lugar, la economía nacional tiene sectores que pueden volverse una potencia en sí mismos. Son sectores clásicos que sobreviven a una desindustrialización. Servicios como, por ejemplo, la mano de los mexicanos en turismo, restaurantes, comercio, etcétera, es reconocida a nivel mundial. Un referente de este sector puede identificarse en Italia, una nación que da empleo a 65 por ciento de su población económicamente activa en el sector turismo y servicios. Es decir, en este punto se encuentra una riqueza probada y un horizonte de inversiones promisorio. Italia es la octava economía del mundo y la tercera de Europa, después de Alemania y Francia. Esta nación mezcla los sectores de servicios con el industrial.

Por otra parte, en el campo se cuenta con un inventario extenso y muy diverso de tierras, mano de obra, regiones con agua, entre otros factores que, pueden ser aprovechados. Además, actualmente y debido a la coyuntura internacional, existen las condiciones para implementar el programa nacional más grande en la historia de la nación para aprovechar a los miles de repatriados que Estados Unidos enviará a diario para poder recuperar y tecnificar la producción alimentaria de este país a un nivel nunca visto.

Otra área de oportunidad, que sin duda alguna dará muchos campos de estudio y de desarrollo, es la transición de la industrialización manufacturera a la tecnificación de última generación en las cadenas productivas a nivel computacional y aeroespacial en el país; en este aspecto, es fundamental que el gobierno mexicano y el sector industrial tomen conciencia de esta oportunidad histórica y generen un acuerdo para trabajar y desarrollar las condiciones necesarias que se requieran para asegurar la transferencia tecnológica con otras naciones y no depender completamente de Estados Unidos en este y varios sectores productivos.

La medida arancelaria de Estados Unidos impuesta hacia sus socios comerciales del T-MEC, ha sido pospuesta hasta nuevo aviso, de acuerdo con los dichos de Donald Trump y los mandatarios de México y Canadá, todo ello como resultado del inicio de las negociaciones entre los tres países para atender el problema del fentanilo, y en el caso de México revisar temas de migración. Sin embargo, aunque las barreras tributarias, no han entrado en vigor, se sabe que esta situación puede darse de un momento a otro, por lo que, lo mejor que podría hacer el gobierno mexicano es dirigir sus baterías hacia la diversificación de sus clientes potenciales, inversionistas procedentes del extranjero y, por supuesto, intensificar sus tratados comerciales con prospectiva y mucha responsabilidad política y diplomática. Lo realizado hasta ahora, ha sido muy bueno y ha dado oxígeno a la industria nacional para construir puentes de entendimiento en otras áreas del planeta, al final de cuentas, la economía y los flujos comerciales rompen cualquier barrera geoespacial e ideológica, pues sus reglas se fijan en torno a la ley de la oferta y la demanda.              

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES

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