La Nao de China

La encrucijada comercial de México: ¿seguir en Norteamérica o mirar a Asia?

Independientemente de los alcances de los acuerdos anunciados el lunes pasado, Estados Unidos ha transformado drásticamente los términos de intercambio con sus socios

La encrucijada comercial de México: ¿seguir en Norteamérica o mirar a Asia?
Adolfo Laborde / La Nao de China / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La diplomacia arancelaria del gobierno de los Estados Unidos, implementada mediante ráfagas de acciones ejecutivas del presidente Donald Trump, es una realidad con la que nuestro país tendrá que lidiar en los próximos años. La pausa de un mes anunciada por los gobiernos de México y Estados Unidos a la entrada en vigor de 25% de aranceles ad valorem a los productos mexicanos ha marcado un antes y un después en las relaciones económicas y comerciales de México.

Independientemente de los alcances de los acuerdos anunciados el lunes pasado, Estados Unidos ha transformado drásticamente los términos de intercambio con sus socios. Si no queremos ver esta realidad, no es problema de ellos; en todo caso, es un intento de abstraernos de los hechos.

Ante esa situación, ¿qué debería hacer México? Al margen de que el T-MEC siga, la respuesta es buscar alternativas en otros mercados externos, especialmente en Asia. Podríamos comenzar con Japón, con quien tenemos dos acuerdos comerciales: el Acuerdo de Asociación Económica (AEEMJ) que este año cumple su 20 aniversario y el Tratado Integral y Progresista Transpacífico (TIPAT), que también incluye a otros 10 países de la región del Asia Pacífico.

Del mercado chino hay poco que agregar: representa un potencial de 1,400 millones de consumidores. India con su crecimiento económico reciente, también podría ser un mercado meta estratégico. Con Corea del Sur, en lugar de un Tratado de Libre Comercio (TLC), podríamos trabajar en un

Acuerdo de Asociación Económica (AAE) que proteja industrias y sectores sensibles de la economía mexicana.  

La tarea no es sencilla, ya que la estructura y las capacidades del gobierno mexicano en este ámbito son casi inexistentes, y la Cancillería, por el momento, no está diseñada para asumir un trabajo que requiere un cuerpo diplomático especializado. Lo primero es dar sentido a las estructuras existentes, como el regreso de las Agregadurías de la Secretaría de Economía en el mundo, que podrían coordinar esfuerzos con el Banco de Comercio Exterior (BANCOMEXT).

En este escenario, no es necesario rentar oficinas; bajo la figura de techo único, la Cancillería podría sumarse a este esfuerzo. Cada embajada cuenta con un área económica que bien podría complementar el trabajo de los nuevos gestores comerciales del país. En este proceso, el protagonismo de una u otra dependencia debería pasar a un segundo plano. Afortunadamente, México cuenta con talento y capital humano en materia comercial.  

El segundo paso es con base en el Plan México, formular una nueva política de industrialización y desarrollo regional que, poco a poco, fortalezca la base exportadora de México. Si nos quedamos con la estructura exportadora actual, esta nueva estrategia solo facilitaría las exportaciones de las trasnacionales instaladas en el país, cuyo fin es producir y vender en América del Norte.

Por ello, se necesita un nuevo nacionalismo económico impulsado por empresarios mexicanos, permeado por procesos de innovación, desarrollo regional y fortalecimiento de capacidades productivas para redefinir el rumbo de las relaciones económicas del país. Es momento de actuar, independientemente de si los desplantes de Trump cesan o solo se vuelven intermitentes. De lo contrario, esta misma película seguirá repitiéndose para las futuras generaciones.  

POR ADOLFO LABORDE

COLABORADOR

@ADOLFOLABORDE71

MAAZ

 

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